Mira en mi dirección

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El portal azulado se abrió una última vez en la entrada de la habitación de Stolas. Octavia dio algunos pasos para ingresar a él, volteó a ver a su padre y notó su sonrisa apagada hacia ella, pretendiendo que estaba bien. Ella no sabía cuál era la razón o la raíz de lo que sucedía, no tuvieron tiempo para hablar porque su madre tenía un horario estricto con ella y debía volver a su hogar lo antes posible. Sin embargo, la adolecente corrió a su padre y lo abrazó con mucha fuerza antes de transportarse por el portal.

—Nos vemos, papá —lo apretó con mucha intensidad porque seguía preocupada por él— Llámame cuando lo necesites. Te amo.

Stolas se sorprendió un poco ante ese abrazo, pero le correspondió con una sonrisa más tranquila mientras cerraba sus ojos y acariciaba sus cabellos suaves. Su hija solía ser fría desde su divorcio y entendía que hubiera sido muy doloroso para ella. Pero, también, era muy fuerte y ese día lo demostró ya que fue mucho más madura de lo que pensó al principio. Estaba orgulloso de la niña que había criado y que pronto se volvería una adulta.

Octavia se despidió finalmente y atravesó el portal, el cual se cerró apenas ella se fue.

La oscuridad inundó la fría habitación reflejada con tonos azulados, apenas se podía notar la silueta de los muebles debido a la luz de la luna llena que provenía desde el exterior del ventanal.

Blitz estaba a un lado de la cama, incómodo y con una auténtica expresión preocupada y amarga, ya que notaba a kilómetros que Stolas no estaba bien y que algo lo había herido aquel día.

La luna llena no ayudaba. La luna llena solo traía malos recuerdos, memorias de malentendidos, del poco tacto emocional de Blitz y de lo cruel que podía ser sin darse cuenta.

—¿Stolas? —susurró con una voz temerosa, tratando de abrir una conversación con él.

El príncipe volteó a verlo y se acercó. Cuando se quedaron frente a frente, la diferencia de alturas se hizo notable una vez más. Los opacos ojos rojos de Stolas lo miraron, se acarició un brazo con ansiedad y tristeza y también quiso hablar al respecto.

—¿Crees que no debimos venir aquí? Es que... —no pudo mantener sus ojos fijos en los orbes de Blitz, fijó su vista en el suelo y se sintió perdido— puedo llevarte a tu hogar si quieres.

Blitz se conmocionó al escucharlo, casi como si sintiera que no lo quería ahí con él. Sonrió muy abatido, tratando de encontrar la broma en sus palabras. Pero no era nada parecido a eso.

—Pero, tú... dijiste que hoy podía quedarme —intentó decirle de forma apresurada y torpe. Blitz dejó de sonreír abruptamente y miró muy afectado a Stolas. No entendía que era lo que pasaba con él.

—Si, pero no te pregunté si querías, solo asumí que te quedarías conmigo —respondió el búho sin disimular lo decaído que se sentía—. Puedes tomar cualquier decisión.

El imp sintió su cuestionamiento absurdamente ridículo. Apretó sus puños con mucha fuerza y sintió la desesperación a flor de piel.

—Claro que quiero quedarme —le dijo sin poder asumir o leer la situación—, ¿qué te sucede? ¿Qué es lo que hice para que estés así?

Terminó rogando por una explicación y se alegó toda la culpa de una sola vez. La comunicación siempre fue un tema terrible entre los dos y eran muy malos para llegar a hablar y transmitir sentimientos correctamente. Pero necesitaba sus palabras en ese momento, más que nunca, para no enloquecer.

Stolas permaneció en silencio algunos segundos. También era difícil para él enfrentar lo que sentía. Siempre se sentía culpable o dramático, Stella siempre le decía que exageraba o sobre-reaccionaba con cada cosa. Y se lo dijo por tantos años que empezó a creerle. Tal vez solo estaba siendo muy sensible, tal vez todo lo relacionado a Blitz lo hacía muy susceptible a todo. Sin embargo, tenía sus razones para sentirse herido o desconfiar a veces.

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