Lo que más querías

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Algunos nuevos trabajadores ingresaron al circo. No eran personal demasiado experimentado, pero ayudaban en la edificación de algunas zonas del interior de las carpas y acataban al pie de la letra las órdenes de los que habían estado allí desde hacía más tiempo. Cash los contrató porque necesitaba mano de obra y porque quería mejorar la calidad de sus productos.

En la nueva zona del entretenimiento artístico, algunos de ellos estaban cambiando las sogas flexibles por unas nuevas. También estaban aceitando y reparando los sectores más viejos. De vez en cuando, se debía invertir dinero en esas circunstancias para que el circo no decayera y no fuera peligroso tanto para el público como para los acróbatas.

—Pienso que el trapecio debe estar como un metro más alto, las piruetas entre los trapecistas se verían mejor. Y yo podría extender mi rutina. ¿Qué opinas?

Fizzarolli estaba observando la manera en como tendían las nuevas cuerdas y ajustaban los trapecios. Estaba analizando su situación con una mirada muy crítica, construía alguna manera de mejorar los actos de todos en su cabeza y no dejaba de pensar en eso.

—Si tenemos que renovar las rutinas y puedo tener unos diez minutos más, tengo el tiempo para hacer el trapecio. Es mejor que malabares o cartas. Eso no llama tanto la atención —pensó en voz alta mientras frotaba su mentón y seguía analizando las alturas y la manera de implementar más carga en su extenso acto.

Blitzo, a su lado, no le prestaba particular atención a los nuevos empleados o a las reparaciones. Nunca pensaba mucho en el circo, le era indiferente. Sin embargo, ver a Fizz hablar de aquello de una forma tan apasionada y dulce le hacía sentir una sensación agradable. Lo miraba de costado, se veía lindo. Concentrado, enfocado en su labor y con aquellos grandes ojos verdosos analizando el trabajo de los demás.

—Fizz... —pronunció Blitzo casi en un suspiro— ¿Nosotros solo somos amigos?

Se sonrojó al instante al preguntar aquello. Se arrepintió, quiso decir cualquier cosa para indicar que no era una pregunta seria. Pero Fizz giró su rostro hacia él y sonrió instantáneamente ante su tonta pregunta.

—No eres solo mi amigo, Blitzo —respondió con la mayor seguridad del mundo— ¡Eres mi mejor amigo! —exclamó con la sonrisa más preciosa de la faz del infierno. Destilaba brillo e inocencia, incluso al decir algo tan jodidamente torpe.

Blitzo sonrió forzosamente, sintiendo sus labios temblar. Sintió que su corazón se rompía. Se sintió friendzoneado. Esa simple respuesta cargada de sinceridad solo lo hizo deprimirse y comenzar a pensar que todo el amor que sentía solo venía de un lado.

—Claro... si. —respondió con una voz temblorosa que estaba intentando reprimir. Se giró y se apartó del lugar con muchísima rapidez.

Fizz dejó de sonreír al sentir la manera en como Blitzo se marchaba. Estaba por seguirlo, no entendía bien que le había pasado.

—¡Fizz! ¡Ven aquí! ¡Los nuevos te ayudarán con la estructura del nuevo trapecio! —le gritaron desde el otro lado de la carpa algunos de los payasos más antiguos del circo— ¡Apresúrate!

Fizzarolli asintió al verlos a lo lejos y corrió hacia ellos. Hablaría con Blitz más tarde, a pesar de que no consideraba que algo malo había sucedido.

Por otra parte, Barbs estaba ayudando a las nuevas integrantes a recorrer la cuerda floja y realizar un equilibrio perfecto. Cuando tuvo un momento de descanso y las felicitó por su gran desempeño, empezó a recoger sus materiales y a limpiar la zona. El trabajo era duro últimamente y la nueva incorporación la aliviaba ya que no tendría que realizar los actos ella sola.

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