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El estrés estaba consumiéndola, definitivamente. Ser independiente no era algo sencillo, no era el sueño que todos pintaban, y mucho menos se cumplían los que pensabas cuando eras adolescente, todo eso de "a mis 18 me iré de mi casa" después de una fuerte discusión con los padres, era la mentira más dicha por los jóvenes, porque era casi imposible poder irse a vivir solo a esa edad, pasando por tantos cambios, asumiendo la mayoría de edad, los estudios, y demás cosas que una era más complicada que otra, más cuando provenía de un país que estaba casi en la mierda (por no decir que ya lo estaba) porque en Argentina, irse a vivir solo siendo tan joven, era sinónimo de imposible. De igual manera, Victoria junto a su familia, que estaba compuesta simplemente por ella y su hermano Alexander, se habían ido a vivir a la otra punta del planeta tierra cuando se les dió la oportunidad de una beca en una escuela secundaria de Seoul, privada, y con estudiantes que tenían dinero hasta en la raja del trasero, pero ellos, junto a un par más, eran la excepción, eran los becados.

A Victoria nunca le importó eso, menos cuando a sus 16 viajó con su mellizo a Corea del Sur, sus padres queriendo seguirlos tres meses después, cuando pudieron cerrar cuentas con las personas a las que le habían pedido préstamos para que sus hijos tengan una mejor educación en otro lugar. Fue un sacrificio enorme, estaba de más decirlo, aprender un nuevo idioma, adaptarse a la cultura, vivir meses en los departamentos que ofrecía la escuela, y cambiar el rumbo de su vida; ya no tenían amigos, parejas, y tampoco se llevaban del todo bien con los profesores, ahora solamente eran...dos chicos becados. La escuela les daba la mitad de la beca, por ende ellos tenían que pagar la otra mitad, pero agradecía que el mismo establecimiento ofrecía un traslado y estadía que duraba 12 meses, hasta que sus estudiantes puedan instalarse en un lugar seguro, obviamente no estaban en las mejores condiciones, debían compartir un pequeño departamento entre cuatro personas, comprar ellos la comida, y pagar los servicios como agua, luz, gas e internet, pero fuera de eso, vivieron relativamente bien.

Aunque ya pasaron muchos años de aquellos momentos, ahora Victoria y Alexander tenían sus sólidos 28 años, antes vivían juntos en una pequeña casa que...¿para qué mentir? no era la gran cosa, pero vivían cómodos, en un barrio que no había peligros, por suerte. Ella era la mayor de los dos, por unos minutos en realidad, pero adoraba refregarle ese corto tiempo en la cara de su hermano para que recuerde quien fue la primera en nacer. Y sí, todo era risas y diversión, hasta que ella sola fue poniéndose la carga de proteger a Alexander del mundo, como si fuera un niño pequeño, ocultándole las cosas malas que sucedían a su alrededor, que tenía un trabajo tan de mierda que apenas podían hacer una compra al mes con el sueldo obtenido, sin decirle las cuentas atrasadas que llevaban, y ni hablar del problema en el que se metió la rubia al hipotecar la casa por una persona que no valía la pena en lo absoluto. Victoria le escondía todo eso a su hermano porque ya suficiente estrés tenía él con trabajar en una cafetería a medio tiempo, y estar en la carrera de ingeniería industrial, donde nuevamente, ganó una beca que le proporcionaba estadía, por ende, vivía en el edificio de ingeniería, muy pocas veces iba a la casa de Victoria. Su hermana había empezado la carrera de diseño gráfico pero por...ciertas cuestiones, tuvo que dejar su sueño y comenzar a trabajar.

⎯ ¡¿Es que ésta gente no puede darme un respiro?!⎯ y ahí estaba el estrés de todos los días, leyendo el maldito correo que llegaba casi a diario, como si no fuera consciente de sus problemas con las deudas que tenía.⎯ Se que estoy retrasada en mis pagos de la hipoteca, pero estoy trabajando en ellos. No puedo perder la casa.⎯ habló sola, suspirando en el medio mientras tiraba su cabello rubio hacia atrás, dejándolo sobre sus orejas con un solo piercing en el cartílago, y los dos en sus lóbulos.

El sonido del timbre la hizo levantarse de su lugar, cerrando la computadora con molestia y estrés, no sabía quién podía molestarla en ese preciso instante que estaba descargando su furia con ella misma, hablándole al aire, como acostumbraba a hacer ahora que se encontraba sola siempre. Antes de abrir la puerta miró el reloj colgado en la pared, eran las 14:15 de la tarde, sabía que Alexander no podía ser, en caso de que quiera pasar a verla un rato, porque su última clase de ese día terminaba a las 16, así que le quedaba la otra opción; su mejor amiga, o la señora de al lado, que quería echarla de una patada si era ella, no se llevaba mal con sus vecinos pero en este momento prefería no hablar sobre el embarazo adolescente que sufría una chica a una manzana de su casa. Abrió la puerta y unos brazos se encerraron al rededor de su cuerpo, correspondió por un mísero segundo antes de que Clara ingresara a su casa, tan rápido como si alguien la estuviera persiguiendo. Observó como tiró su bolso sobre una silla de las cuatro que tenía, sentándose en la de al lado. Victoria cerró la puerta y se dirigió a la mesa, sentándose frente a la chica de cabello castaño que hablaba sin detenerse un solo segundo, ya estaba acostumbrada, Clara es así.

Lecciones de lujuria| jjk+kth. ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora