El primer amor

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Algunos truenos retumbaron por los cielos. Antes de que se largara a llover torrencialmente, la temperatura bajó e hizo que el calor del ambiente del exterior se volviera un poco más agradable.

Los columpios estaban fuera, los trapecios estaban montados algunos metros más alto de lo normal y las redes de seguridad, aunque desgastadas, seguían ahí.

Fizzarolli alzó su mirada con disgusto hacia el trapecio más alto y suspiró con pesar. Por más que había practicado desde hacía semanas, aún le era difícil completar la nueva rutina que había construido para agregarle dificultad a su solo en el show. Ese mismo día, su cuerpo ya estaba exhausto de tanto entrenar. Se sentía tembloroso y débil por el esfuerzo físico, sabía que debía parar, además de que ya pasaban de las seis de la tarde y el día estaba acabando.

—Si tan solo pudiera ser más flexible —murmuró sin dejar de observar el trapecio con preocupación verdadera.

—Eso no es físicamente posible —intervino Blitzo, ya que solo lo estaba acompañando y alentando porque no tenía la más mínima intención de entrenar para impresionar a un idiota—. Además... Creo que ya estás tan cansado que eso hace que falles.

La lluvia comenzó a caer, fue fuerte y no tardó en empapar los elementos del circo que habían sido colocados en el exterior para practicar. Blitzo sonrió muy aliviado y extendió sus brazos con agradecimiento hacia el cielo, quería mojarse y refrescarse luego de atravesar las altas temperaturas de ese anillo.

—¡La excusa perfecta para dejar de entrenar!

—Pero no puedo dejar de entrenar —Fizzarolli, por otra parte, se alteró y preocupó por la lluvia y observó acongojado a su mejor amigo— Mañana... Es el día.

—Dah, ¿qué importa? Ya ensayaste mucho de todas formas y te sabes tu rutina —respondió Blitzo sin darle una pizca de importancia al asunto, ya que no entendía la razón de los nervios extremistas que sentía el otro—. Y no es una audición, ¿cuántas veces tendré que repetirte eso? Te lo estás tomando demasiado en serio.

Fizz agachó la cabeza y mostró una expresión indudablemente afligida y nerviosa. Ambos se empaparon por la lluvia en cuestión de segundos, un poco de brisa helada los golpeó y Blitzo sintió su propio cuerpo tiritar ante eso.

—Vamos, tenemos que volver —se acercó a su mejor amigo, lo tomó de la mano y se lo llevó de allí para que tarde o temprano no se enfermaran.

La auto-exigencia de Fizzarolli, aquel día, tal vez tenía más sentido de lo habitual. El día siguiente, el rey Mammon visitaría el circo de los imps para empezar a conocer el nivel y los nuevos talentos dentro de los anillos del infierno. Nadie le tenía esperanza a los imps en cuanto habilidades, pero Fizz quería llamar su atención y al menos que pusiera la vista en él cuando desarrollara su acto. No era su audición anual, la cual había comenzado hacía muy poco, pero de verdad quería impresionar a su ídolo, quien fue su fuente de inspiración desde que tenía memoria.

Por eso, no debía esforzarse un 100%, sino un 200%.

Ambos lograron cubrirse de la lluvia bajo un viejo techo de madera cerca de los establos de los caballos, a gran distancia de las carpas principales de su circo. La lluvia se volvió muy potente, se quedarían ahí al menos hasta que cesara un poco.

Blitzo tomó asiento sobre un largo tronco y empezó a escurrir su ropa, era un fastidio tener que esperar que la lluvia frenara precisamente en ese momento que comenzaba a hacer más frío que de costumbre. Cuando sacudió sus cuernos, se enfocó en Fizz, quien estaba de pie observando las gotas de lluvia y abrazando su cuerpo sin dejar de pensar en el asunto.

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