Epílogo

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20 años después...

La casa estaba vuelta loca, con los hijos de Ginny y Harry corriendo y jugando por todas partes, incluso los mayores perseguían a los pequeños y los gritos y risas de alegría se oían por la casa.

Luna y Draco estaban en una misión en Francia, así que el único que estaba ahí era el pequeño Nicholas, el hijo de Luna, que también correteaba por la casa.

El ruido de la casa era tan fuerte, que Hermione no escuchó la puerta de la cocina abrirse hasta que Emma le dió un azotó fuerte, haciéndola pegar un respingo.

¡Niñas! Gritó en respuesta.

¿Qué? Pensé que se podía hacer eso. La casa parece una guardería.

Detrás de Emma entró Grace, llevando el pastel de cumpleaños entre sus manos. Hermione las miró, de no ser porque había compartido cuerpo con ellas durante 9 largos meses, no sabría diferenciar a sus gemelas.

Las dos eran laguiruchas, de cabello oscuro rizado ante la humedad y pálidas como una hoja de papel. La copia exacta de su padre.

Ya, mamá, feliz cumpleaños. Emma se acercó y le dejó un beso en la mejilla, ya casi rebasaban el tamaño de Hermione y ellas tenían solo quince años.

Felices 40. Grace le dió un beso en la mejilla también y le revolvió el cabello. Te amamos, pero alguien tiene que poner algo de orden en esta casa.

O unirse al desorden.

Ambas salieron de la cocina, dejando a Hermione pensativa, se había sentido algo ausente en las últimas semanas.

El ruido fuera de la casa seguía siendo espantoso, las gemelas perseguían a los Potter-Weasley por todos lados y la atmósfera estaba llena de risas.

Hermione suspiró, era feliz. Feliz pero no completamente feliz desde el día que Ron había muerto. No lo decía jamás en voz alta, nisiquiera con Harry o Ginny, jamás admitía que lo extrañaba todos los días. Que deseaba que todo fuera diferente en esa parte de la historia.

¿Puedo refugiarme aquí? Hay una guerra ahí afuera. Snape entró a la cocina.

Seguro.

Severus la miró con cautela, casi temiendo herir alguno de sus sentimientos, tratando de saber lo que ocurría con su esposa.

Tenía algunos mechones blancos en el cabello, la jubilación lo había afectado más de lo que admitía, se aburría estando solo en casa mientras Hermione iba al Ministerio y todo se quedaba en silencio, no más niños molestos riendo por todas partes. Así que de alguna forma, esa fiesta lo hacía sentir un poco más en casa.

¿Qué tienes?

Nada, llevemos el pastel afuera, ¿Si?

Hermione le sonrió. No era que se llevaran mal, al contrario, cada vez eran más honestos el uno con el otro, pero esa chispa inicial se había ido agotando con los años.

Llevó sus manos hacia la caja del pastel, cuando Severus dejó el bastón recargado contra la mesa y la abrazó con fuerza.

Ya no pienses en el pasado, podrías quedarte estancada ahí, mi insufrible sabelotodo.

Me gustaría, pero no puedo. Hermione suspiró y siguió abrazada a él con fuerza, eso siempre le gustaba, poder ser afectuosa con él cuando se le pegara la gana.

Solo trata de ser un poco más espontánea.

Oh, mira a dónde nos llevó esto. Hermione ríe, haciéndolo reír también

Ambos se abrazaron con fuerza, bloqueando el ruido de afuera y enfocándose solo en lo bien que se sentían el uno con el otro.

La paz invadió la cocina, solo se oían los latidos de ambos corazones y Hermione se sentía bien de nuevo, él era todo lo que necesitaba. La paz parecía eterna...

Hasta que Ginny explotó una bomba de confeti en el jardín.

¡Weasley!

El fin.

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