47. Paradoja.

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Paradoja.

     Carla la sabía capaz de echar la puerta abajo si no abre. La sangre se le agolpa en las sienes, y el pánico en la garganta. Luc es un problema enorme que no sabe dónde esconder. ¿En qué estaba pensando al dejarla entrar?

     —Tienes que irte —tiró de ella, desesperándole la resistencia que ofrece. —Que te vayas maldita sea —siseó entre dientes—. Me vas a meter en un lío.

     —¿Qué te voy a meter en un lío? —repitió atónita—. Te equivocas, no soy yo quien te mete en líos.

     —¡Shhh! Baja la voz —tiró de nuevo, apartándola de la puerta—. Te puede oír.

     —Que me oiga —protestó firme.

     —Dios... —la mira descompuesta.

Una lluvia de golpes en la puerta la sobresalta, y se encoge como un erizo asustado. No tiene tiempo de aclarar nada, Luc tiene que desaparecer, porque al otro lado, Guillén va in crescendo con su enfado.

     —¡Abre de una puta vez! ¿Qué coño haces? Tienes que explicarme un par de cosas —pateó la puerta con la planta del pie haciéndose daño. —¡Joder! Abreee!

     —Abre —le ordena Luc serena.

     —¡No! ¿Estás loca? —protestó con incredulidad mesándose el pelo.

     —¿O abres, o llamo yo a la policía? —sonó a ultimátum, y pidió al cielo poder convencerla.

     —Por favor. No lo empeores, yo sé que hacer para que se calme —negocia solicita.

     —Pufff... —Luc bufó sin dar crédito.

Guillén cambio de registro, viendo lo infructífero que estaba siendo el que usaba.

     —¿Carla? Venga, abre la puerta cariño. Estás con alguien, ¿no es eso?

Carla siente que las tripas se le encogen. La cosa empeora por momentos. Se tapó la cara buscando una solución que no violara las leyes de la física, como que Luc desapareciera por arte de magia, y optó por suplicarle.

     —Luc, por favor, vete. No va a pasar nada de verdad. Tiene ese pronto, pero después...

Luc enarcó una ceja con incredulidad.

     —Después qué, ¿eh? —la desafió a continuar.

     —Después... nada —respondió exasperada, y sin argumento.

Luc con las manos en las caderas negó sin creer lo que está escuchando, y con el labio atrapado entre los dientes, miró al techo quién busca la cámara oculta. Conoce a la perfección lo que está presenciando, y tras esa puerta, hay un caso de maltrato. Intentó no presionarla, y hacerla entrar en razón.

     —¿Eres consciente del peligro que corres? ¿En serio quieres que me vaya? —esperó su respuesta, rezando porque no estuviera tan ciega.

Recibió una afirmación que le congela la estupefacción en el rostro. Incapaz de reaccionar, Carla toma las riendas de la situación, y la arrastra al dormitorio. Cuando le señala una ventana abierta como despedida, Luc sonrió con amargura por la paradoja.

     —¿En serio? —insistió fija en sus ojos, rogando que entre la luz en esa cabeza.

     —Vas a empeorar las cosas si no te vas —dijo firme.

     —No Carla... —la cortó brusca. —No estás siend...

     —Vete Luc, maldita sea —sus ojos llamearon llegando al límite.

La chica del club.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora