12 Mi niña Lucia.

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Mi niña Lucia.

Lucía era la niña más bonita del mundo. Cuando le vio la cara por primera vez supo que nunca más le pertenecería su vida. Lo seguía a todas partes. Pendiente de salir corriendo en cuanto cruzaba la puerta después del trabajo, para que le contara cuantos malos había cazado. No le sorprendió que quisiera ser policía.

En la adolescencia, contra todo pronóstico, se hicieron inseparables, confesor y juez en sus peripecias, puente entre ella y su madre. Por eso le dolió tanto la falta de confianza en él para algo tan serio como su sexualidad. No era de extrañar. Los había traicionado a todos, aunque solo ella supiera lo miserable que era.

Lucía le dijo cobarde por no sincerarse con Eloísa. Y no le faltaba razón, pero; ¿cómo haces entender a una hija tu condición de hombre? Tus pasiones y debilidades, y también el miedo. Un miedo que lo corría por dentro al pensar que su mujer lo dejara. Cuando uno es joven el amor parece ligero, sin ataduras, o al menos no las ves. Un matrimonio de tantos años, con mucho amor, sí, pero también bagaje... ¿Que ganaría contándole su infidelidad? Por eso procuraba darle a Lucía el espacio que necesitara, que el tiempo calmara la herida y con suerte, llegara el diálogo y lo comprendiera. Notaba desquebrajarse esa pose de frialdad. Se moría tanto como el de ganas por irse al gimnasio, a boxear, o a correr, para dejarlo con la lengua fuera, con su velocidad, y humillarlo desde lejos gritándole abuelo, con las manos haciendo bocina y la sonrisa más grande que la boca.

En la soledad de su coche se le escapó una lágrima. Lamentó no haber saboreado mejor los momentos en los que eres feliz sin saberlo. Porque la felicidad es así, se escapa y es cuando la ves gritándote a lo lejos con las manos haciendo bocina. 

La chica del club.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora