43. Deseo, multitud y humo.

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Deseo, multitud y humo.

    Le tiemblan las piernas. Llega a pensar que caerá inservible como una estrella sin hidrógeno cuando la ve irse hacia la pista de baile. Un reflujo amargo le creció en la boca del estómago al verla aceptar la mano de esa mujer que la atrae por la nuca, para dejar a ese —tipo de tipos— que frecuentaban el Dharma, en medio de sus cuerpos. Se nota que bailan ajenas a él. Solo existen ellas, en una estudiada secuencia de roces casuales y excitantes. La elegancia se posó en las caderas de Luc, y Carla deseó ser ella la que se agarrara allí para perderse.

"¿Desear?" Su corazón la sorprendió latiendo fuerte en las sienes, en sus brazos, entre sus piernas... llenándola de un calor inexplorado.

La canción encadena con otra que arrancó gritos de placer entre los asistentes. Natalia comienza a bailar sola, en el centro de un círculo de amigos, jaleos y aplausos. Parece una hechicera. Su cuerpo está dotado de una voluptuosa belleza magnética, capaz de confundir el centro de tu eje y arrastrarte a su órbita contra tu voluntad. Cualquiera la seguiría devota, aunque fuera al desastre.

Llamó sensual a Luc, que atendió su demanda, y la rodeó del cuello. Carla volvió a notar ese pinchazo incómodo al verlas respirar el mismo aire. La reverberación sexual la alcanza hasta allí, impidiéndole, como hipnotizada, moverse. Atrapada por la conjunción de sus cuerpos. Tan bellos, tan conocedores el uno del otro. Deseándose tanto, que obvian al grupo que flotan alrededor como meros figurantes. Ellas se convirtieron en la hoguera y los demás, en fieles danzantes.

Carla se sintió como si espiara tras una puerta, y violará un momento íntimo participando de su deseo.

"¿Deseo?" De nuevo esa sensación mordiendo sus terminaciones nerviosas. Haciéndola olvidar a ese hombre de sus pesadillas. A ese desconocido tras ella, tocando su pecho infantil.

Guillén aparece dando bruscos empujones hasta colocarse a su lado. La coge del codo diciendo:

     —Ya estoy aquí —con toda tranquilidad.

Carla sin embargo, saltó como sorprendida en un pecado. La enfoca como si acabara de conocerla, y en esta atmósfera de deseo en la que flota, se sintió otra persona. Quiso poner a prueba su nueva piel. Esa, que se deja morder por el deseo como cualquier otra. Coge a Guillén de la nuca y tira de ella estrellándose contra su boca, que se abrió sorprendida, recibiéndola y participando de la iniciativa. Carla se adentra en ella y reconoció el sabor de siempre. Ceniza en el fondo, y un regusto frío que la cubre como una nevada.

"No. No somos otras. Somos las mismas carcasas llenas de pasado." Pensó con amargura.

Se separa, pero Guillén tira dominante para besarla otra vez. Carla forcejea pero insistió con fuerza. Carla entra en pánico y la empuja, haciéndola chocar contra una camarera que le derrama todas las bebidas encima.

     —¿Pero a ti qué te pasa, joder? ¡Estás loca! —Guillén sacudió la cabeza como un perro mojado, y saltó furiosa hacia ella.

La agarra del brazo, haciendo que gruña de dolor. Se montó un coro de gente entre la sorpresa y la curiosidad, y un murmullo creció como una ola por la pista, llegando a los de seguridad. Browning se acerca alarmado por el revuelo, y al ver a Carla, se apresuró apartando gente con poca delicadeza con la frustrante sensación de no avanzar como en una pesadilla.

Guillén tira de ella, que manotea como quien nada a contracorriente, una mano aterriza entre su cara y el cuello con una bofetada perdida que la enfurece. Tiró más fuerte de ella con intención de sacarla del club. Se resiste, y le da un violento tirón, que la hace caer de rodillas. Carla siente que su cuerpo retumba como una patada a un portón metálico. Un tacón pisó su mano haciéndole un desgarró, y soltó un alarido de dolor que cruzó de punta a punta el club. Guillén arremetió de nuevo, pero antes de poder alcanzarla, Browning la levantó en volandas, dejándola pateando el aire como un gato cogido por el lomo.

Carla desde el suelo, siente que flota, porque alguien la levanta con facilidad. Se voltea confusa, y ve agradecida que es Luc, preguntándole ansiosa si está bien.

Le sujeta la cara para que la mire, pero lo cierto es que no sabe qué contestar. Evalúa daños. Un pinchazo de dolor le atraviesa la mano al palparla, y se la lleva contra el pecho para protegerla. Luc la tocó haciendo que la aparte con un siseo.

     —Lo siento —se disculpa afligida. Su preocupación prende en rabia, y busca entre la gente al espantajo culpable que grita —negro de mierda— pataleando en volandas cerca de la calle.

Cerró los puños caminando hacia su dirección con una idea fija. Natalia se coloca frente a ella, y la sujeta por los brazos en un intento poco exitoso de detenerla. Conoce esa mirada, la de que no atiende a razones, y se temió lo peor. Luc se zafa de ella en un par de ocasiones, pero Natalia no desiste y camina a trompicones a su lado, intentando que la escuche y entre en razón. Para su sorpresa, reaccionó, pero fue al escuchar a Carla gritarle:

     —¡Luc, quédate conmigo! —Y esa voz, fue el zarandeó que la sacó del trance.

Luc frena y da la vuelta, dejando a Natalia tambaleando en el sitio sobre sus tacones. Se ha abierto un abismo en su pecho, como una puñalada por sorpresa. Javier apareció buscando cabezas que cortar por el bochornoso espectáculo que están dando en su club. Cuántas veces tiene que repetir, que esto no es un bar de carretera de Massachusetts.

     —¡Carla! —la cabeza cambio de dial al verla—. ¿Qué ha pasado?

Pregunta a Luc, que intercambia una rápida mirada con Carla que le suplicó guardar silencio. Luc mira a Javi, y responde encogiéndose de hombros, con expresión de desconcierto. Browning fue menos discreto. Sabe que tendrá problemas por mucho que Carla interceda por él. Javier acorta los dos pasos que los separan y cogiéndolo con discreción de la solapa masculló:

     —Ya hablaremos de esto. Ahora llévatela.

Una súplica en la mirada de Carla le sigue gritando a Luc, quédate conmigo, pero un coro de seguridad la cerca, y se la llevan en volandas perdiéndola entre la multitud y el humo.

Luc se queda allí parada, viendo cómo se la llevan. Nat se acerca, y la coge de la mano para sacarla de allí. Carla voltea, y alcanza a verla agarradas de la mano. El dolor que sintió, se lo dejó claro. Cada una tiene su camino.

La chica del club.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora