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—¿Lo haz visto? ¿Cómo se encuentra?

Una suricata le preguntaba al recién llegado de la Roca del Rey. Bunga, quién había ido a visitar a su «hermano», regresaba a las Cataratas Hakuna Matata con una expresión de derrota. Tenía los hombros caídos, los ojos un poco hinchados y una mueca de tristeza y cansancio impregnada en el rostro.

—Está cada día peor, ni siquiera salió de la Roca del Rey —respondió, tomando asiento junto a Timón—. Nala dice que hoy visitarán su tumba. Cree que a lo mejor le haga bien recordar que aún después de su muerte ha servido con honor al Ciclo de la Vida.

Una semana.

Ese era el tiempo que había pasado desde su funeral. En donde todos los animales le rindieron homenaje y tributo. Bunga jamás pensó ver a tantos Habitantes de Las Praderas reunidos en un solo lugar. Fueron todos y cada uno de los líderes de las manadas junto con sus rebaños. Incluso recibieron una visita de sus amigos de las montañas. Eran momentos difíciles y contar con el apoyo de todos hacía la carga más ligera.

Aunque eso no evitaba que doliera.

—¿Y ella? —la suricata tomó uno de los insectos que tenía en frente suyo amontonados en una pila, lo analizó y por más que intentó tragárselo, no pudo. Así que lo devolvió a su sitio y este huyó lo más rápido que pudo—. ¿Cómo está Fuli?

El tejón melero exhaló el aire en un suspiro largo y silencioso.

Pensar en su amiga era... era complicado.

—Ella está como la última vez que la vi: Destruída —admitió. Un gusano se escapó de la pila y se arrastró por un costado de Bunga. Él ni se inmutó en comérselo—. Aún se culpa por todo. Le tomará un tiempo recuperarse.

—Una semana parece ser nada en estos momentos, ¿verdad? —dijo Timón, y en ese momento apareció Pumba.

—Oh, Bunga, ya volviste. ¿Cómo está Simba? —el jabalí se sentó al otro lado de Bunga y este le resumió todo lo que sabía—. Es una pena todo lo que está sucediendo. Una verdadera tragedia.

Odiaba admitirlo, pero sus tíos tenían razón. Llamarle «tragedia» era lo que más se asemejaba a todo este rollo.

Pensó en Simba y en cómo le afectaba esto. No iba a ser fácil superarlo, no digamos ya seguir adelante. ¿Y la Guardia?... La Guardia ya tenía una semana sin reunirse, ni para hablar sobre el tema y apoyarse.

Ni siquiera sabía si seguían siendo la Guardia del León. Miró su hombro y esbozó una mueca. La marca ya no estaba. ¿Eso significaba que dejarían de ser los protectores de Las Praderas? ¿De qué iban a proteger al reino, llegados a este punto?

Resopló.

Los desterrados ya no serían un problema. Con las Lejanías tan desoladas como alguna vez fue, era difícil que alguien atacara a Las Praderas. Jasiri y su clan eran justos y respetaban el Ciclo de la Vida. Ya no existirían más disturbios.

¿No debería estar contento por eso? La era de paz iniciaría por fin después de mucho tiempo... ¿No sería eso motivo de celebración?

¿Por qué celebrarían si hace poco hubo un funeral? ¿Por qué se estaba cuestionando tanto los últimos sucesos siquiera? No tenía cabeza para hacerlo.

Se levantó con los ánimos por el suelo y observó la pila de insectos sin verlo realmente.

—Debería ir con los chicos. Tal vez hoy consigamos que Fuli salga de la cueva —murmuró. Se giró un poco hacia sus tíos—. ¿Estoy siendo un mal sobrino? —preguntó al cabo de un rato—. No he podido pensar en Hakuna Matata estos días, quizás...

USELD | Un secreto entre los dos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora