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Advertencia: Es un capítulo bastante fuerte, con escenas demasiado brutales. Si lo lees, que sea bajo tu propio criterio. Se recomienda discreción y muchos pañuelos a tu alrededor.

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La pequeña Fuli miraba con temor el lugar desolado y pastoso al cual sus padres la habían traído.

El sol estaba ocultándose, pronto comenzaría la noche y con ello las nuevas lecciones que sus progenitores tendrían con ella. Debía de apurarse si quería que sus padres se sintieran orgullosos de su trabajo, su alimento dependería de eso.

Con las patas entumecidas por estar tanto tiempo quieta, caminó por el suave pasto del reino. Su nariz olfateaba en busca de algún olor conocido, identificando el aroma silvestre de una tierra próspera y llena de vida.

Un ligero sonido, como de una rama partiéndose a la mitad, la hizo detenerse. Sus pequeñas orejas se movieron atentas al sonido, tratando de descifrar en qué dirección venía. Eran pasos grandes y fuertes, podía jurar que quizás eran las pisadas de un ñu macho, uno de un tamaño gigante. Quizás era un alfa.

Fuera como fuera, se puso patas a la acción. Se recostó en la hierba, dejando a la vista su cabeza llena de manchas, y aulló. El alarido que salió de sus labios se escuchó por toda la sabana, y el animal que estaba cerca se adentró a dónde Fuli se encontraba.

La pequeña puso su mejor cara de dolor, mordiéndose la lengua tan fuerte que le supo a su propia sangre. Las lágrimas bajaron por sus mejillas y se talló un ojo con su pata derecha. Cuando una sombra ocultó el sol de su cara, Fuli vio que efectivamente era un ñu; uno muy grande e intimidante.

¿Está todo bien, pequeña? —preguntó, sus ojos demostrando una preocupación que a Fuli le revolvió el estómago.

Sorbió su nariz y lo miró con esos enormes ojos húmedos.

—Me he perdido, mis padres me han abandonado —fue su respuesta, los labios temblándole sin control.

El ñu suavizó su expresión y se acercó un poco más a la felina.

—¿Y sabes dónde vives? Puedo ayudarte a regresar a tu hogar.

—No sé dónde es, soy nueva en este reino —se quitó una lágrima con su pata y escondió la carita dentro de su propio cuerpo—. Solo quiero irme.

Lloró, dejando escapar en un suave murmullo el deseo tan anhelado de su corazón. Sintió una pezuña acariciarle el pequeño lomo y alzó la cabeza de nuevo.

—Ven, pequeña, te ayudaré a encontrar un lugar —Fuli obedeció, y por más que quisiese sentirse agradecida o esperanzada, la culpa le revolvió las entrañas y mas lágrimas salieron de sus orbes esmeraldas—. Ya, ya, tranquila. Pronto tendrás a nuevos amigos que... AGH.

Fuli cerró sus ojos ante la sangre que salpicó por todo su cuerpo y el pasto a su alrededor. Ella sabía qué había pasado, pero quiso encerrarse en su pequeña burbuja de ignorancia. Hasta que alguien la tomó del cuello y la levantó a la fuerza, haciéndole daño con sus colmillos en dicha zona.

—Ay... me duele...

—Shh, cállate, niña ingrata. Te he dicho que no cierres los ojos durante una cacería, puede costarte la vida.

Con un movimiento brusco, este alguien la obligó a abrir los ojos y mirar la escena grotesca que se desarrollaba ante ella.

No importaba cuántas veces lo observara, las arcadas de ver a su padre destripar a cada animal le llegaron tan pronto la cabeza del ñu salió volando por los aires. Pero se tragó el ácido sabor de la culpa y el desagrado, rezándole a sus ancestros que su madre no hubiera visto su deliz.

USELD | Un secreto entre los dos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora