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El rey de Las Praderas era un león muy ocupado. Siempre tenía una reunión por allí o una invitación por allá, y nunca le daba el tiempo necesario para estar con su familia. Salvo por esta vez.

Simba, que era el nombre del rey, se posaba en lo más alto de su hogar para ver el amanecer. Lo hacía más que todo cuando necesitaba pensar, o simplemente por el hecho de ser relajante.

Su hogar. Su hogar era una enorme piedra que se formó naturalmente, con aberturas lo suficientemente grande para que toda una manada de leones pudiera descansar cómodamente. La llamaban La Roca del Rey, pues era una roca... y era del rey.

Allí, sin que nadie lo notase, el rey estaba caminando en círculos en su propio eje. Esa acción era típica de él cuando se preocupaba, o cuando algo atormentaba sus pensamientos. En esta ocasión, lo hacía por ambas cosas.

¿Dónde rayos estás, Kion? —el gran león, de melena rojiza y abundante y con ojos ámbar como la miel, mascullaba por lo bajo de su aliento mientras la preocupación subía por su garganta y se atoraba en medio del camino. Ciertamente, el rey sabía que su hijo no era estúpido, más sin embargo, que él no llegara anoche para dormir, lo atormentó.

Simba era un padre sobreprotector, dado el hecho de que su papá falleció por un descuido. O eso quería creer. En realidad, su papá, Mufasa, falleció debido a una trampa que su tío planteó.

El hermano de Mufasa, Scar, era alguien malo que por envidia y resentimiento asesinó a su hermano para convertirse en el nuevo rey de Las Praderas. Gobernó durante un buen tiempo, pero no duró más porque Simba lo enfrentó y recuperó lo que por derecho le pertenecía: El reinado.

Fue una ardua pelea que conllevó a sacrificios y pérdidas, pero que después fue un alivio para todo aquel que sobrevivió. Ya no había más oscuridad, ahora era tiempo de que la luz gobernara sobre todo. Y durante mucho tiempo, fue así.

Simba se prometió a sí mismo que reinaría limpia y justamente, como su padre lo hizo alguna vez. Y le enseñaría lo mismo a su heredero, en este caso, a su hija, para que la siguiente generación no tenga que sufrir por lo que ellos sufrieron anteriormente.

—¿Le habrá pasado algo? ¿Y si...? —Simba, que todavía pensaba en su hijo, vio a la Guardia del León salir de su lugar de descanso. Por un momento se alivió, pues pensó que su hijo estaría con ellos, pero al mirar con atención, vio que faltaban dos de sus integrantes. Así que se acercó y los enfrentó—. Hola, Guardia del León. ¿Dónde está Kion?

—Majestad —saludaron todos con una reverencia. Ono decidió ser el que le respondiera al rey.

—No sabemos dónde está Kion. Ayer no nos siguió después del rescate.

—¿Rescate? —el rey arqueó una ceja—, ¿cuál rescate?

—Ayer por la tarde Janja y su clan nos tendieron una trampa. Agarraron a Fuli y se la llevaron, a lo que respondimos con una dura pelea. La rescatamos, pero terminamos muy cansados y con el cuerpo adolorido —Bunga se sobó su parte trasera, con una expresión de dolor.

—Resumiendo, salimos vivos y... —Ono iba a continuar con su explicación concreta de lo que sucedió ayer. Pero unas risas lo interrumpieron.

***

Kion

El amanecer se asomaba por encima del horizonte. Lo podía ver con claridad. Siempre me pareció relajante ver el amanecer. Con sus colores brillantes, de diferentes tonalidades. A veces naranja, otras veces rosado. Pero cada vez era lo mismo, aunque al mismo tiempo diferente.

Fuli y yo dormimos muy cómodos anoche. Fue una nueva experiencia poder dormir con mi mejor amiga, de una manera íntima que no llegó a ser incómodo, sino al contrario, fue asombroso.

USELD | Un secreto entre los dos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora