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La escena que se desarrollaba frente al príncipe de Las Praderas era digna de una telenovela. Puesto que todos y cada uno de los presentes estaban sentados alrededor del león, prestando suma atención a la historia que él estaba contando. Inclusive contaban con bocadillos que de vez en cuando ingerían sin pestañear si quiera.

La única que parecía renuente a alzar la mirada y ser testigo de las caras de pasmo de los presentes, era Fuli. Y Kion lo entendía.

No es fácil rememorar ese trauma que por tantos años quedó enterrado en lo más profundo de su mente. Sin embargo, si no salía a la luz pronto, cosas peores podían verse envueltas en las garras de su cabeza.

Era necesario.

—Luego de eso, le di el tour por todo el reino. Sin esperarme que acababa de vivir una de las peores cosas de su vida —relataba el león. Su voz era un suave murmullo, pero el silencio sepulcral del Árbol de Rafiki permitía que todos escucharan—. Fuli me lo contó luego de que yo preguntara por las heridas en su cuerpo, y le prometí que guardaría ese secreto hasta que ella estuviera lista para hablarlo. No queríamos arriesgarnos a que por conocer su pasado, los Habitantes de Las Praderas intentaran alguna locura.

Kion acarició con su pata la cabeza de su amiga, que había enterrado su rostro en el pecho del león y se negaba a dar la cara ante el relato. Los trazos eran suaves, lentos y llenos de afecto; para Fuli no había mejor lugar dónde soportar el peso de ese recuerdo que estando acurrucada en el calor de su amigo.

—Y no tengo idea de por qué Janja les dijo una versión retorcida de esa historia —confesó el exlíder de la Guardia, arrugando el cejo—. Tampoco el hecho de que él lo supiera. Solo Fuli y yo conocemos ese pasado. Pero lo importante aquí es que Fuli no es una asesina, solo era el cebo que sus padres utilizaban para atraer a los animales y embaucarlos.

—Por eso el apodo de la Embaucadora de Almas, ¿no? —corroboró Ono, analizando cada una de las palabras que su amigo le dijo.

Kion asintió.

—Fuli también se culpó por mucho tiempo, por más que le dije que era la víctima y no la atacante —el príncipe se acercó a la cabecita de Fuli y depositó un suave beso en la coronilla, sintiendo que ella necesitaba de todo el cariño posible. Luego alzó la mirada hacia los oyentes—. Pero es difícil sobrellevarlo, así que entiendo que confesara lo dicho por Janja. Solo que no del modo que él lo dijo.

—Pero hay algo que no entiendo —habló Bunga, sentándose más erguido en su lugar—. Janja mencionó que tú le lavaste el cerebro a Fuli para que matara a sus padres. Si eso no es cierto, ¿por qué decir todo eso?

—Quiero creer que escuchó la versión de la historia que la culpa a ella —Kion señaló con el mentón a Fuli—. Pero yo conocí a Fuli después de que pasara todo eso, no antes. Y ni siquiera fue la causante de la estampida, esta ya se desarrolló por otros motivos. Que dicho sea de paso, si no fuera por eso, Fuli quizás no hubiese sobrevivido.

El peso de las palabras que el león pronunció provocó que un silencio tenso se extendiera por el lugar. Jamás imaginaron ni en sus mayores pesadillas que el origen de su amiga y protectora fuera tan trágico.

Muchas cosas cobraban sentido ahora.

—Sé que todo esto es difícil de asimilar. Pero ahora que saben el secreto de Fuli, espero que entiendan que ella es más fuerte de lo que pudieran pensar. Pues soy testigo de que jamás se victimizó por tal sufrimiento —otro beso en su frente acompañó lo dicho por Kion. No despegó sus labios de su pelaje cuando volvió a hablar, esta vez solo a ella—. Siempre te he dicho que eres increíble, Fuli, no permitiste que el pasado definiera tus acciones. Y lograste salir adelante. Te prometo que juntos defenderemos lo que eres, y que nadie podrá volver a hacerte daño. Jamás. No mientras yo viva.

USELD | Un secreto entre los dos.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora