Día 13.2.

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Son las diez de la mañana y la misa es a las seis de la tarde. He dejado que Christian descansase un poco, nadie se lo merece más que él, desde luego.
Voy a la cocina y me siento en una banqueta. Me sirvo un café y no puedo evitar romper a llorar de nuevo.
Mamá, vuelve.
Doy vueltas al café mirando por la ventana. Recuerdo que mi madre me dijo que habían comprado esta casa por mi padre, porque le gustaba esto: una casa de las de siempre. Recuerdo cuando de pequeña mi hermana le quitaba los tacones a mi madre y yo la maquillaba como un payaso.
Te echaré de menos, mamá.
Noto como alguien por detrás se acerca, me abraza y me da un ligero beso en el cuello. Este abrazo me sabe a vida, a no dejes de abrazarme nunca.

-No tenías que haberme dejado dormir -dice al lado de mi oreja y se separa-.
-Por favor, no te separes -digo en apenas un susurro y vuelve a abrazarme. Le acaricio el brazo que pone por mi pecho para sujetarme y es que no hay nada mejor que estar ahí-. Tendremos que volver al tanatorio, mi padre estará allí.
-Sí, vamos enana.
-Christian, una última cosa.
-Dime preciosa.
-¿Te quedas esta noche conmigo? No quiero dormir sola.
-No lo dudes. Le pediré un pijama a tu padre.

Me pegué una ducha rápida y me vestí corriendo. Al llegar está la sala llena de gente e intento acercarme a mi padre. Christian no aparta su mano de mi hombro, no deja de estar ahí pero en cuanto llegamos con mi padre le hace una señal con la cabeza y me deja ahí, con él.

-Christian se vendrá a dormir a casa -le digo informando a mi padre-.
-Sacaré la cama de debajo de la tuya cuando llegue a casa.
-¿Dejarás que durmamos juntos?
-Sí. Sé a que necesitas a alguien que te abrace esta noche.
-¿Quieres que duerma contigo?
-No -dijo sincero-. ¿Necesitáis algo para cenar? -negué con la cabeza-. Ten -dijo dándome dinero-, comprar lo que necesitéis.
-Gracias. Te quiero, papá, lo sabes, ¿no? -dije y le abracé-.

Volví al sofá a sentarme, pasando por tantísima gente que no estuvo ahí con mi madre ni con mi padre pero aquí están, dándonos el pésame. Después de cinco pésames y uno sin finalizar llego al sofá y me siento. Me tapó la cara con las manos y pienso en acabar con este infierno. Miro el móvil, ni un mensaje, ni una llamada.

-Anna, hola -dijo alguien que ni conocía-. Siento mucho lo sucedido.
-Gracias, supongo.
-Soy Miguel, abogado gestor de tus padres. Tendremos que hablar de la circus...
-No creo que sea el mejor momento -dijo cortándolo Christian-.
-De acuerdo -dijo Miguel marchándose-.

Miro el reloj. Por favor que pase ya este maldito día. Me vuelvo a hundir en mis manos.
Son las cinco y media y salimos hacia la iglesia. Sale mi padre y mi hermana juntos aunque sin tocarse y yo con Christian detrás.

-No me dejes sola, por favor. Siéntate conmigo.
-Es para la familia.
-Te necesito ahí.
-Cariño, ¿podrás decir unas palabras? -dice mi padre. Oh, dios, no. Asiento porque que él no será capaz-.
-¿Christian puede sentarse con nosotros?
-No podría estar en otro sitio. Él es parte de nuestra familia -dijo y volvió con mi hermana-.

Seguimos caminando lo que parece una eternidad. Llegamos y mi padre y Christian cogen el ataúd de mi madre.
Mamá, tú podías luchar más.
Nos sentamos en primera fila y tras mil palabras que no significan nada mi padre me dice: 'te toca, tranquila'.

-En primer lugar, gracias a todos los que habéis venido a apoyarnos en estos momentos tan delicados -digo empezando con tópicos-. Todos los que tuvimos la suerte de conocerla sabemos que no dejó de ser una gran mujer, no dejó de hacernos felices aun con sus miedos. Ella... -dije con un gran nudo en la garganta- ella fue una gran amiga, mejor madre y aun mejor esposa. Quiero aprovechar para recordar lo que a nosotros, todos los que la queríamos, más nos gustaba de ella. Estoy segura de que ella no querría ver estas caras tristes, le gustaría vernos sonreír -dije a punto de romper a llorar. Miré a Christian que me dijo: tranquila enana, puedes. No dejo de mirarle y sigo hablando-. Eso es justo lo que creo que se merece mi madre, vernos sonreír, asique por mi, por vosotros y, sobretodo, por ella -me acerqué al ataúd-. Te dedico lo que nos daba la vida: una sonrisa, lo más parecida a la tuya posible. Te quiero -dije y besé mi mano para posarla encima-. Gracias.

Dije y volví a sentarme. Christian me dio un beso en el pelo y me dijo que todo estaría bien y, una parte de mí, sabía que así sería por tenerle.
Acabamos la misa, acabamos el funeral y nos fuimos para casa todos juntos en el coche de Christian. Mi hermana tiene una mano en mi pierna.

-¿Necesitas algo, Francisco?
-No, Christian. Dile a tus padres que gracias por todo.
-Sabes que no hay nada que agradecer, todo es poco. Lo que necesitéis.
-Ahora sacaré la cama para que tengáis espacio para dormir cómodos.
-No hace falta, yo lo haré.
-Tú date una ducha, sacaré algo de ropa que, aunque te este grande, así lavo esa para mañana y te quedas más a gusto.
-No es necesario.
-No te preguntaba, te informaba -dijo mi padre sonriéndole. Es la primera sonrisa que veo desde todo esto-.

Al llegar voy directa a mi habitación y me tiro de espaldas a la cama. Cualquier día me la cargaré pero me da la vida tirarme así a la cama. Mi padre está a mi lado sacando la cama y Christian en la ducha. Mi hermana ha salido no sé con quién. Pongo algo de música con el portátil y cierro los ojos.

-¿Estás dormida? -escucho a Christian y ni me muevo-. Siento mucho esto, enana. Te quiero -abro los ojos y lo veo ahí, mirándome con solo una pequeña toalla en la cintura-.
-Christian, ven -digo y se acerca-. Más -digo y se queda justo al lado mía-. Como se te abra la toalla voy a ver tus encantos -digo y me echo a reír-.
-Me encanta escucharte reír.

Me voy al baño y me doy una ducha. Cuando llego al cuarto veo a Christian en mi cama tirado con el portátil con una camiseta y un pantalón corto de mi padre. 'Anda ven' dice y me tiro a su lado. Sigue mirando el ordenador pero yo no puedo dejar de mirarlo a él. Me apoyo en la almohada y me quedo dormida mirándole.
Mamá, lo cuidaré.

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