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"Querido señor, cuando llegue al cielo. 

Por favor, déjame traer a mi hombre".


Nadie nunca se percató de la forma en que mirabas tu espada, imaginando tus propias manchas de sangre en ella. Ni de las cadenas que tus pies arrastraban, aumentando el peso cada vez que cumplías una orden de Arlong, porque, solo eran visibles para ti. Y tampoco, de las ganas que tenías de poder mirar al cielo, cerrar los ojos y sonreír, porque, al fin lograbas obtener libertad. 

Entonces, te quedaste con el remordimiento guardado en tu pecho, creciendo a pasos agigantados con cada día que pasaba. Y este no era la excepción, pero, la diferencia era que lo tenías a él. Sin embargo, la misma pregunta siempre inundaba tu mente y te llevaba por el mismo camino de siempre, uno donde cada vez que veías algo no podías evitar pensar en un recuerdo del pasado, uno donde también imaginabas como hubiese sido si los problemas en casa se hubiesen detenido. 

Remordimiento, vergüenza, miedo. A lo largo de los años fueron demasiados sentimientos desarrollados que eran más que difíciles de deshacer. En ocasiones, lograban irse, sobre todo cuando Nami estaba ahí, ella te brindaba calidez y seguridad. 

Pero, eso también comenzó a desvanecerse cuando Buggy invadía tus pensamientos de la nada, de una manera, extrañamente acogedora. Quizá fue porque, en realidad, sin contar a Nami, fue la única persona que pudo escucharte hablar al menos durante más de una hora sin decir que eras demasiado ruidosa. 

Y la que te rodearía con sus brazos y te pegaría a su cuerpo, con tan solo un "Abrázame".

— ¿Ordenes de hermano mayor? — Una voz adulta te llamó la atención, con un carraspeo acompañado y un toquecito en el hombro.

— Lastimosamente. 

— Sí, son molestos — Zeff te tendió la mano para que te levantases del piso y te ayudó a estabilizarte. Era una buena persona en el fondo.

— Soy yo quién debería ayudarlo. — Te recostaste contra una de las mesas y te colgaste la bolsa que habías estado acogiendo en tu regazo — Siento mucho esto, enserio. Es un desastre. — Extendiste los brazos y miraste todas las direcciones, notando las mesas caídas y la suciedad esparcida por el lugar.

— Ellos vinieron buscando algo y lo encontraron, no es del todo tu culpa, niña. — Hizo una pausa — Aunque me vendría bien que alguien lavase los platos ahí atrás.

Musitaste un Oh y apartaste la mirada mientras silababas, buscando alguna escapatoria de eso. Todo menos lavar platos, aunque eso no es la mayor complicación, son las ollas. Gracias al cielo, tu salvación entró por la puerta principal con un acompañante. 

— ¡Buenas! — Apareció un sonriente Suki por la puerta, con la mano alzada, y un chico alto y elegante a su lado.

— Déjala en paz, viejo. — Habló el rubio — Las hermosas manos de una mujer no son dañadas en Baratie lavando platos. 

— Lis minis di uni m-...— Lo imitó Buggy, recibiendo un golpecito de tu parte donde le atinaste justo a la nariz — ¡Auch! ¡Oye! ¡Mi nariz!

— Entonces ve y hazlo tú.

— Soy cocinero, no mandadero. — Murmuró, acercándose a ti con rapidez mientras se acomodaba la chaqueta. — Un placer, madame, soy Sanji. 

Hermosos orbes te miraron con adoración, mostrándose un hombre, aparentemente enamoradizo y con un semblante feliz al presentarse ante ti. Retrocediste varios pasos cuando el nerviosismo en tu interior alcanzó un nivel extremo. Usualmente, los chicos ni siquiera te notaban, además de Buggy, haciéndote sentir inquieta al tener a uno frente a ti, diciéndote ese tipo de cosas. 

❝Do I Wanna Know?❞ |Buggy| Live Action| EDITANDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora