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Charlotte

—Charlotte, ¿me estás escuchando?— me sacudió los hombros Cedric, sacándome de mis pensamientos. Estaba embobada mirando el paisaje del bosque en el que estábamos.

—No, lo siento.— Este resopló.

—¿En qué piensas? Estás en las nubes.

—No sé...

Quería hablarle sobre Mattheo, pero me daba mucha cosa. Sabía que a Cedric no le hacía gracia Mattheo, nunca se habían llevado bien ni ellos ni sus familias. Pero, era mi mejor amigo, tenía que contárselo tarde o temprano.

No paraba de pensar en la noche pasada, lo que disfrute y lo bien que lo pasé con Mattheo. Fue algo que no me esperaba para nada, me confundía, pero me satisfacía.

—¿Qué es lo que te anda rodando por esa cabecita, Lote?— Sonrió, le sonreí de vuelta.

—Ay, es que es complicado de contar. Algún día te lo contaré, te lo juro.

—¿Entonces me ocultas algo?

—Sí.

Este puso mala cara, en broma. Reí.

—Charlotte, yo sí tengo que hablar contigo. De hecho, lo necesito.— Le cambió la cara, parecía preocupado.

—Dime, ¿qué pasa?— me preocupó.

—No puedo más, Charlotte. Se me están juntando todos los problemas, y me están pesando demasiado.

—Cedric, desahógate conmigo si lo necesitas. Pero, no puedes acumular siempre tus problemas. Las personas tenemos un tope, y es humano tener problemas, pero tienes que afrontarlos o dejarlos atrás, no tragártelos.

—Es que se me está juntando todo.— Empezó a decir.— Me han dicho los chicos que vuelva a hacer quidditch, pero es que no sabes lo inútil que me siento cuando practico aun que sea solo un poco. Me siento súper incómodo.

—Cedric, no me gusta que digas eso de ti. Siempre te lo he dicho, el quidditch se te da bien, pero eres muy autoexigente y eso te hace daño.

—Yo no lo siento así, Charlotte. Para nada.

—Tienes que quererte más y confiar más en ti.

—Es muy fácil decirlo...

—Lo sé, es un proceso. Poco a poco. Yo tampoco me quiero al cien por cien, ni confío en mí, pero hay que ir poco a poco.

—Y además, mi padre ha tenido que hipotecar la casa, no nos da el dinero. Lo estoy pasando fatal al ver a mi padre tan mal.— Dijo con la voz entre cortada, sus ojos estaban cristalizados.— Ayer recibí una carta suya explicándomelo. Y no sabes lo culpable que me siento, al estar aquí en vez de trabajando.

—Lo siento mucho, Cedric. Si hubiera algo que pudiera hacer...

—No, no es necesario.

—Te puedo prestar dinero, y...

—¡Que no!— me interrumpió exclamando.— Perdón.— Se corrigió en seguida. Apoyó su cabeza sobre mi hombro, y abrazó mi brazo.

—No te preocupes. Pero, Cedric, no te sientas culpable. Estas en tu derecho de estudiar, y de tener el futuro que deseas. Seguro que tu padre prefiere que estés aquí.

—Él lo prefiere, pero yo no.— Respondió.— Si mi madre siguiese aquí, todo sería más fácil...— dijo por último, antes de estallar en llanto. Lo miré con compasión, y lo abracé con fuerza dejando que llorase en mis brazos.

ingobernable || Mattheo RiddleDonde viven las historias. Descúbrelo ahora