CAPITULO 40

660 70 4
                                    

–MALDITA SEAS, ZORRA DESGRACIADA!–

Ágatha avienta contra la pared el teléfono que tenía en la mano, sus lágrimas no paraban y la furia en su rostro era evidente.

–¿Qué ocurre contigo? Es el único teléfono que teníamos, idiota–

–Dos–

–¿Que?–

–Esa maldita puta parió dos niños, le dió gemelos a Zahir–

Grita con dolor, grita como si le estuvieran arrancando la piel.

–Y pensar que pudiste haber sido tu–

–Ya basta de tus estúpidos comentarios, ¿Crees que no lo sé, crees que no sé qué puede ser yo la madre de sus hijos? Ya no puedo esperar más, llevamos escondidas más de dos meses, debemos empezar con el plan–

–No! ¿Acaso enloqueciste? Debemos ser precavidas, acaba de parir, es obvio que Zahir va a estar aún más alerta en estos días, pero tranquila que solo esperaremos un poco más–

Luego de abandonar al pequeño en la carretera, ellas se habían adentrado en un terreno abandonado en las afueras de la ciudad donde había una casita en muy mal estado y cayéndose a pedazos.
Allí podrían permanecer escondidas seguras de que no serían encontradas.

–¿Sabes que quiero hacerle?–

Pregunta Ágatha a Tara mirando un punto fijo en el suelo.

–¿Que cosa?–

–Amarrar sus extremidades a una cama y abrirle el abdomen para que ella misma, estando despierta pueda ver cómo le saco el útero–

–Jajaja, eso es de psicópatas, Pero me gusta, pronto podremos vengarnos y podremos hacer con ella lo que nos venga en gana, yo quisiera con una navaja muy afilada, arrancar de su cráneo esa preciosa cabellera pero aún pegada a su cuero cabelludo, quiero desollarle la cabeza–

–¿Por qué la cabeza?–

–Había ocasiones en las que César se embriagaba estando conmigo y decía que lo que más le gustaba de su esposa era su magnífica y preciosa melena negra, Por eso quiero esa preciosa melena, La quiero entera para ir y llevarla a la tumba de César–

–Y yo soy la psicopata–

Le reponde.
En los dos meses que habían pasado escondiéndose en diferentes lugares se les acabó el dinero, de vez en cuando salían en la noche y entraban a una tienda a robar comida o asaltaban a cualquier persona que encontraran, Ágatha fue quien la convenció de abandonar al niño, pues él era quien más pedía comida y les era más difícil esconderse con un pequeño que estaba débil y asustado.

–Ya no nos queda más comida–

Dice tara al ver que solo tienen un sobre de ketchup.

–La última vez salí yo a conseguirla, ahora es tu turno–

Responde Ágatha tirada en el suelo sobre unos trapos y ropas viejas que habían acomodado para dormir.

–Bien, iré –

Se prepara con su respectivo disfraz de pordiosera en busca de alimento y dinero, pasan unas horas y cuando regresa, lo hace con una bolsa de panes y sodas, galletas, barras energizantes y algunas frituras.

–Bingo, ¿Dónde conseguiste todo esto?–

–Me encontré a un estúpido ciclista, lo hice caer de su bicicleta y le robé la billetera, El imbécil traía 70 dolares–

Dice satisfecha mostrándole el dinero que sobró.

–Por lo menos tenemos dinero para cuando esta comida se acabe–

LO QUE LA MUERTE SE LLEVÓDonde viven las historias. Descúbrelo ahora