~𝙴𝚕 𝚊𝚖𝚘𝚛 𝚍𝚎 𝚞𝚗 𝚙𝚛𝚘𝚏𝚎𝚜𝚘𝚛~ 𝙰𝚢𝚊𝚝𝚘 𝚡 𝙼𝚒𝚍𝚘

capítulo 5

Narra Ayato:

Nuevo día. Hoy si pondría en marcha mi plan, ya que el estúpido ayer no me dejó hacer nada de lo que tenía planeado.

Deje mis cosas y me fui rápido de ahí. Después de eso me fui a la sala de costura y ahí estaba la pequeña víctima. Hazu.

Antes de entrar hice como si tuviera una apariencia noble y me peine un poco. Entre y enseguida se dio cuenta de mi presencia en aquella Sala.

—Hola Hazu, ¿Que tal?... Bueno, vengo a ver si podías enseñarme a hacer un traje para mi mamá... —Me excuse rápido.

—Ah!, claro!. Yo también suelo hacerle trajes a mi mamá, bueno. Tienes sus medidas? —Me pregunto con una leve sonrisa.

—Si!, claro que las tengo! —Dije fingiendo una sonrisa y el me sonrió en respuesta.

—¡Entonces empecemos!.

[...]

Ya había sonado el timbre que indicaba que debía ir a clase. Me levante de mi asiento.

Hazu y yo ya llevábamos una buena parte del traje. Y hablamos sobre nosotros, al igual que el al fin me confeso lo que sentía por Osoro. Y yo desde mañana los ayudaría a estar juntos.

Ya había entrado a la materia aburrida de matemáticas. Hoy ni teníamos historia y lo agradecía más que nada. Aun cargaba la cadena, ya que, aunque el profesor no este aquí. Tengo miedo de que por tan sólo verme de lejos sin la cadena me deje en reparación.

Suspire de manera cansada y empezaron con las clases de matemáticas, ¡¿Como el profesor hacia ecuaciones con letras y las convertía en números?!. Al finalizar la clase me quedé en el Salón. Ahí empece a hacer una carta para Taro.

Al casi terminarla entró alguien al salón. Una chica que nunca había visto en mi vida. Ella me entregó una carta y al verla tenía el nombre Mido Rana escrito en letras pequeñas.

Le agradecí y ella se fue. Al sacar la Carta me di cuenta de otra cadena que salía de ahí. Me sentía confundido, ¿La letra era igual que la de la chica que me ha dejado cartas en mi mesa?.

O más bien... Mido es quien me ha dejado cartas en mi mesa. Empecé a leer lo que decía aquella carta.

"Hoy no te pude ver. Que lastima no?. Quiero que sepas que aunque no pueda estar a tu lado fantaseo con poder tenerte y que seas solo mio. Y te preguntaras, ¿Por que ahora te dignas a decir que eres tu quien pone todas esas cartas en mi asiento?. Tenía miedo de que las rechazarás como siempre lo haces conmigo. No se si para ti sea buen partido pero me llamaste tanto la atención al ver que no caías a mis pies como los demás. Y me empeñare en hacerte mio cueste lo que me cueste. "

Atte:Tu profesor favorito.

Apretea la Carta en mis manos. ¿Que se cree ese estúpido? . Cree que voy a estar a sus pies después de ver lo morboso que es. Es un pobre iluso.

La rompí en pedacitos y la tire a la basura. Lo odio. Mire la cadena que venía en la carta, tenía una M como dije. La agarre y la metí en mi bolso. No se que haría con ella pero no me la pondría. Estaba enojado. Tal vez la tire a la basura.

Me levante de ahí pero antes de salir choque con alguien. Iba a disculparme pero so ver quién era me quedé completamente callado.

—H-hola Taro... —Dije mientras el calor se subía a mi cara.

—Hola Ayato—¡El sabe mi nombre! —Perdón, no me fijé que estabas ahí, estaba distraído—Dijo sonriendo.

—N-no te preocupes, a cu-cualquiera le pasa no? —Dije mientras sentía el calor hasta en las orejas.

—Tu cara esta muy roja. Tendras fiebre—Taro iba a poner una mano en mi frente. Pero antes de hacerlo alguien interrumpió nuestro momento.

—Disculpen que los interrumpa jóvenes, pero ese tipo de afecto ni esta permitido aquí... —Aquella voz, era Mido.

—Oh, lo siento profesor Mido—Al decir eso Taro se despidió y se fue.

—¿Que quiere? —Dije enojado.

El profesor me agarro del brazo fuertemente, me apretaba mucho el brazo y a la fuerza me metió al salón.

—Sueltame... —El me apretaba muy fuerte. Unas pequeñas lágrimas se deslizaron por mis mejillas.

Me dolía la fuerza que el ejercía en mi brazo. El me soltó al ver que me hacía daño. Se quedó con la mirada perdida en mi, y yo solo me seque mis lágrimas traicioneras.

—Lo siento... —En su voz sonaba el arrepentimiento que tenía.

—Vete al diablo...