Camila C.
Camila,
Ya no puedo hacer esto. Me voy. En realidad, ya me fui. Te hice caso cuando dijiste que las cosas serían buenas. No son buenas. Apestan. No tengo libertad, tengo que trabajar todo el tiempo y nunca puedo ir a ver a mis amigos. Esto no es lo que quería y ya he tenido suficiente. Lo siento.
Pdta. Como favor, ya le pagué a la niñera y te dejé 100 dólares.
Buena suerte.
Zach.
¿Buena suerte?
Me quedé parada en la cocina, mirando las letras negras, tratando de obligar a mi cerebro a creer que las estaba leyendo mal. Mis manos comenzaron a temblar incontrolablemente y mi pecho se fue estrechando mientras corría a nuestra habitación y abría bruscamente la puerta del armario… no había nada excepto colgadores vacíos en su lado. Mientras sacaba sus vacíos ganchos de ropa del vestidor por completo, tirándolos al suelo uno por uno, me golpeó.
Se había ido.
Para siempre.
¿Cómo pudo haber hecho esto? ¿Cómo pudo haberme hecho esto ahora, después de tres años estando juntos? Nuestras gemelas iban a cumplir un año la semana entrante. ¿No quería estar aquí para eso? La bilis comenzó a subir por mi garganta mientras ponía mi mano en mi boca y corría hacia el baño, llegando justo a tiempo. Después de haber terminado de vaciar mi almuerzo en el inodoro, me senté y apoyé mi espalda contra la pared del baño, llevando mis rodillas hacia mi pecho, y coloqué mi cabeza entre las manos.
—¿Estás bien? —preguntó Christina, nuestra niñera, en voz baja mientras aparecía en la entrada de la puerta. Sin mirarla, pregunté inexpresivamente:
—¿Te dijo algo?
Suspiró.
—No. Solo me pagó y me dijo que dejó una carta para ti en el mostrador, y que me asegurase de que la vieras.
¿Una carta?
Escribió esa mierda en la parte de atrás de un recibo de Lee Auto Parts. Eso podría apenas ser clasificado como una carta.
No podía creerlo.
Claro, quedé embarazada mucho antes de lo debido y no fue planeado, pero estábamos haciendo funcionar las cosas. Ciertamente no había sido fácil hasta ahora, pero pensé que esto era para siempre. Que estaríamos juntos para siempre. Nunca imaginé que pudiera dejarnos y ciertamente, no de esta manera. Quizá podría detenerlo, hacerle cambiar de opinión. Salté fuera del baño y pasé junto a Christina, yendo directo hacia el mostrador donde había dejado mi bolso para encontrar mi teléfono. Mis dedos temblaban tanto que apenas pude marcar su número. Un tono, dos tonos, tres tonos, correo de voz. Marqué de nuevo. Un tono, correo de voz. Sabía que estaba llamándolo. Sabía que estaba llamándolo y me enviaba al correo de voz. ¿Dónde estaba? ¿Qué estaba pasando?
Mis rodillas se sintieron débiles y mi cabeza ligera, como si tal vez me fuera a desmayar, pero me las arreglé para ir a la mesa de la cocina y sentarme. Christina me siguió, a pesar de que lucía como si quisiera estar en otro lado. Estaba tan blanca como una hoja y nerviosa mientras jugaba con los botones de su suéter.—Ve a casa, Christina. Gracias por cuidar de las chicas. —Me mordí mi labio tan duro que probé la sangre, pero no me quería romper en frente de ella. Dejó escapar un gran suspiro mientras alivio cruzaba por su rostro.
—Um, está bien —balbuceó—. Las chicas han estado tomando la siesta por casi una hora, así que… si necesitas cualquier cosa, llámame. —Comenzó a irse de la cocina, pero se detuvo a mitad de camino y se dio la vuelta hacia mí—. ¿Me vas a necesitar mañana?
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ROOM FOR MORE
FanfictionHace cuatro años, mis sueños se hicieron añicos en un instante. Hace tres meses, encontré algo que no he tenido en años. Esperanza. Esa esperanza llegó en la forma de una sexy y despreocupada jugadora de hockey llamada Lauren Jauregui. Ella se aba...