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Lauren J.

Las suspensiones son una jodida mierda. No hay otra manera de decirlo, tan solo lo son. La lucha durante el juego me valió una penalización por mala conducta, lo que me obligó a estar sentada en la banca, no solo en el juego que me echaron, sino en el próximo también. En lugar de apelar la decisión e ir al comisionado, Collins y yo decidimos, debido a que todavía era lo suficientemente temprano en la temporada, que debería cumplir mi suspensión, pagar la multa y seguir adelante. Bueno, seguir adelante desde la perspectiva de la liga, pero mis problemas se encontraban muy lejos de estar acabados.
Debido a mi pequeño arrebato en el bar, y mi arresto resultante, Wild me suspendió dos juegos extra. Lo único bueno de ese arresto fue que Collins arrastró mi trasero a su oficina para una larga charla la tarde siguiente. Le expliqué todo lo que había estado sucediendo, sin poner excusas por mis actuaciones.

―Lauren, te saqué justo después de que acabaste la universidad porque había algo especial en ti. Eres una jugadora de hockey grandiosa, pero es más que eso. Eras una niña
loca, inmadura, que ha crecido hasta convertirse en una mujer extraordinaria justo en frente de mí. Me gustaría pensar que he tenido algo que ver con eso, pero ambos sabemos que no puedo tomar el crédito. ―Se inclinó hacia delante y apoyó sus codos sobre la mesa, llevando sus manos hacia su boca―. Has tenido algunas cosas pasando en tu vida personal, lo entiendo. Tómate estos días de descanso y piénsalas.

Miré hacia el piso y asentí, inquieta e incómoda en la silla como si fuera una niña en el despacho del director.

—¿Has escuchado algún rumor en la oficina?

Tenía el pecho apretado con anticipación a su siguiente frase. Realmente no quería la respuesta, pero tenía que hacer la pregunta.

—No. Nada. Y créeme, he tenido a gente escuchando.

Exhalé profundamente y me levanté para salir. Collins me siguió hasta la puerta.

—Aguanta ahí, chica. Esto es solo un pequeño bache en el largo camino de tu carrera. —Me acarició mi hombro mientras abría la puerta.

—Hasta luego, entrenador —saludé

—Espera. Tengo que saber… la pelea del bar. ¿Por qué empezó?

—Vero estaba en el baño y yo estaba sentada bebiendo mi cerveza, sin molestar a nadie, pero seguía teniendo varias heridas por la pelea y el partido. Un chico empezó a decirle a todo el mundo que era una portera que no sabía cómo dar un puñetazo. —Me encogí de hombros—. Me dio un codazo en la espalda, así que le demostré que estaba equivocado. Se lo demostré otra vez. Y otra vez.

—Espera un segundo. —Collins frunció el ceño en confusión—. Vero no fue detenida, pero sus nudillos están destrozados. ¿Cómo llegó a involucrarse?

Intenté ocultar mi sonrisa sin éxito.
—Ella salió del baño y yo estaba peleándome con como cuatro chicas. La recuerdo gritando mi nombre, preguntando a quién debía golpear primero. No le respondí, por lo que empezó a golpear por todos lados.

Collins suspiró y sacudió la cabeza.

—Ustedes dos son como Tonto y Retonto 10 en patines de hielo. Ve. Hablaremos en un par de días.

Abrí la puerta de mi camioneta y miré el asiento del copiloto a medida que subía. Camila se sobresaltó cuando sus ojos se abrieron de golpe.

—Lo siento. ¿Estabas durmiendo?

Estiró sus brazos delante de ella y estiró su cuello de lado a lado.

—Debo haberme quedado dormida.

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