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Camila C.

—¡Camila! —llamó mi mamá desde la cocina.

Arrojé las cosas necesarias a mi valija de viaje y fui a ver qué necesitaba.

—¿Qué pasa?

—Aquí. —Colocó una caja de cartón en la isla—. Esto llegó para ti.

—¿Para mí? —Fruncí mis cejas, confundida—. No he ordenado nada.

—Fíjate de quién es. —Me guiñó un ojo.

Miré en la esquina superior de la etiqueta de envío. No había ninguna dirección, simplemente decía #30.

Una sonrisa estalló por mi rostro cuando levanté la mirada hacia mi madre.

—¿Qué hizo ahora?

—Cuando se trata de ella, todo es posible. —Rió.

Dios, la extrañaba. Solo habían pasado tres días desde que nos vimos por última vez, pero esto estaba matándome. Despegué la cinta adhesiva de la caja y lentamente la abrí, revelando una carta y tres camisetas. Abrí el sobre, puse las entradas en la mesa, y desdoblé el trozo de papel dentro de él.

¡No puedo esperar para ver a mis chicas esta noche!
#30

—¿Qué es? —Piper asomó su cabeza desde el otro lado de la isla.

—Es de Lauren. Una para cada una. —Le sonreí.

—¡Ábrelo! ¡Ábrelo! —Lucy apareció al lado de Piper.

—Aquí. Una para ti y otra para ti. —Les alcancé una caja a cada una.

Ellas arrancaron la cinta verde de las cajas y las tiraron al suelo. Sus pequeñas manos husmearon en la caja blanca y sacaron las camisetas de Minnesota Wild adaptadas a talla infantil.

—¡Se ven como la de Lauren! —chilló Lucy.

—Vaya. ¡Qué genial! ¿Será divertido usarlas en el juego esta noche, huh? —Miré sus
pequeños rostros estudiando sus camisetas.

—Oh mi Dios. —Mamá se cubrió la boca con su mano—. Camila, mira las partes de atrás.

Caminé hacia allá y tomé las camisetas de las chicas mientras me miraban, confundidas. Ambas camisetas tenían el nombre Jauregui cosido en la parte superior y el número quince en él.

—¿Quince? —Fruncí el ceño y miré a mamá.

Meneó su cabeza de un lado a otro, sonriente ante la recargada ternura.

—Camila, quince más quince…

Mi corazón se ensanchó ante otro gesto de Lauren. Tenía esta manera de dejarme saber constantemente que pensaba en mí, en nosotras, incluso cuando no estábamos juntas. Lo mejor sobre ella era que era romántica sin ser intencional. Hacía estas cosas, me daba estos simples pequeños regalos, solo para poner una sonrisa en mi rostro. Valían tanto para mí, más de lo que ella podría imaginar.

—¿Qué es quince más quince, mami? - preguntó Piper.

—Treinta, bebé. Quince más quince es igual a treinta.

—¡Como Lauren! —Lucy saltó de arriba hacia abajo, abrazando su regalo.

*****


¿Aún nos encontramos allí?

Esperé a que Darla respondiera mi texto.

D: Diablos sí. Trato de escoger una blusa que exhiba bien a mis chicas.

Reí y dejé caer mi teléfono en mi bolso. Se suponía que Alexa iría al juego conmigo, pero tuvo una orden de último minuto de un funeral en la florería, demasiado con qué lidiar para su asistente. Ya que Lauren me dio cuatro entradas y no quise que el extra se desperdiciara, le pedí a Darla que viniera conmigo. Después de que ella arreglara un rápido cambio en el hospital, todas estábamos listas. Le dije que tendría que manejar sola hasta allí y volver, dado que las chicas y yo pasaríamos la noche donde Lauren, pero pareció no importarle.

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