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Lauren J.


—¡Santa mierda! ¿Van a ir a la universidad? —Bajé la mirada a la lista de materiales escolares de una milla de largo para Lucy y Piper, preguntándome por qué diablos necesitaban cincuenta lápices #2, cada una.

—Bienvenida a la compra de materiales escolares. —Camila rió mientras caminaba y
agarraba un carrito de compra.

Miré abajo hacia el carro y de vuelta a ella.

—No creo que sea lo suficientemente grande.

Sonrió y negó.

—Oh chica, vas a averiguarlo a la mala. ¡Niñas, vengan! —Lucy y Piper devolvieron los pequeños animales de peluche con los que estaban jugando a su cubo y rebotaron hacia
nosotros.

—Tienen seis. ¿Por qué rayos necesitan cien lápices? —farfullé mientras seguía por detrás a Camila—. Tengo veintisiete. No creo que haya usado cien lápices en mi vida entera.

Para cuando estábamos por la mitad de la lista, me divertía más que las niñas, tirando al carro todo lo que no estaba en la lista.

—Lauren, necesitamos crayones comunes, no unos brillantes. —Lucy frunció el ceño mientras echaba un vistazo sobre el borde del carro.

—Oh, ¿agarré brillantes? —Tomé seis de los paquetes más grandes de crayones normales que tenían y los lancé al carrito. Lucy se estiró para poner los brillantes otra vez en su lugar, pero la frené—. No. Vamos a llevar estos también. —Guiñé.

Camila volvió del baño con Piper y sus ojos se ensancharon cuando vio el carrito.

—¡Vaya!

—Lo sé. Nos estamos divirtiendo. —Me eché a reír.

Camila tiró de mi camiseta, jalándome lejos de las niñas.

—Lauren, escucha. Aprecio toda la diversión que estás teniendo con ellas, pero tengo un presupuesto. No puedo costear todo esto.

—No tienes por qué. Puedo comprarles a mis chicas materiales escolares.

—No puedo dejarte hacer eso.

—Camila, ¿te he dicho alguna vez qué hacer con tu dinero? —Se mordió el labio y negó.

―Entonces no me insultes diciéndome qué hacer con el mío. —Me incliné y besé la punta de su nariz—. Tengo mucho. Déjame hacer esto—Antes de que tuviera oportunidad de argumentar, me giré hacia Lucy y Piper—. Muy bien, Twinkies. ¿Dónde estábamos?

Caminamos alrededor de Target hasta que el carro estuvo completamente lleno de materiales escolares, nuevas mochilas, y brillantes tacones de princesa. Obviamente no estaban en la lista, pero los ojos de Lucy y Piper brillaron cuando los vieron. Eso era todo lo que necesité ver.

—Su total es de 312.41 dólares —dijo el cajero.

Escuché a Camila jadear bajito, pero no me molesté en mirarla mientras tomaba mi tarjeta de crédito y la pasaba. Empezamos ir hacia la salida cuando un par de muchachos caminaron nerviosamente hacia nosotros. Se veían como de unos diez años y nerviosos como el infierno. Uno de ellos abrió la boca para hablar, pero la cerró antes de que cualquier cosa pudiese salir. El otro le dio un codazo y empezó otra vez.

—Uh, ¿eres… Lauren Jauregui?

Di un paso lejos de Camila y las niñas, y puse mis manos en mis rodillas, así estaba más cerca de ellos.

—Lo soy. ¿Cómo se llaman?

—Uh, Cole.

―¿Y tú? —Lancé una mirada hacia su amigo, pero no dijo nada.

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