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Camila C.

—Para hoy, por favor —resopló Maureen.

Mis manos temblaban mientras trataba de empujar una aguja dentro del brazo de un idiota borracho, tan calmadamente como me era posible, pero esto era peor que tratar de luchar con los pantalones de un niño. Podía sentir el aliento cálido de Maureen en mi cuello mientras se cernía sobre mí, esperando a que me equivocara.

—¡Ow! ¡Eso duele, perra! —chilló Chico Borracho, escupiendo gotitas de saliva de
cerveza por todo mi rostro.

De repente, no me importaba tanto si le dolía o no. No es que él fuera a recordarlo mañana, de cualquier manera. Me le acerqué con la aguja de nuevo y él llevó su brazo hacia atrás tan lejos como se lo permitieron las esposas.

—Mantente malditamente lejos de mí.

—Cálmate —dijo el policía parado a su lado mientras empujaba sus hombros hacia abajo.

—Maureen, te necesito por un minuto —llamó Darla desde el vestíbulo. Maureen me fulminó con la mirada.

—Apúrate. Tenemos la casa llena esta noche.

Una vez que ella se había retirado de la habitación, entrecerré mis ojos hacia Chico
Borracho.

—Escucha, amigo. Quiero colocarte esta intravenosa tanto como tú quieres recibirla, pero es mi trabajo hacer que tu lamentable y borracho culo se sienta mejor. Siéntate, relájate, cierra la boca, y voy a hacer esto tan rápido e indoloro como me sea posible. ¿Entiendes?

El oficial empujó su puño arriba hacia su boca y tosió, tratando de cubrir su risa.

—Eres caliente. —Chico Borracho arrastró las palabras con una sonrisa de lado.

Rodé mis ojos y me incliné hacia él para tratar de ponerle la intravenosa otra vez. La segunda era la vencida, gracias a Dios. Conseguí que él estuviera completamente listo y caminé hacia el escritorio de enfrente, donde Darla estaba sentaba.

—¿Cómo te fue? —Darla asintió hacia el cuarto del que yo venía.

—Espantoso. Tengo un admirador.

—¿Es lindo?

Las esquinas de mi boca cayeron y le fruncí el ceño.

—Es un borracho.

—Eso no me asusta. —Guiñó—. Borrachos, fiesteros.

—Bueno, si te gustan los chicos repulsivos, con sobrepeso, borrachos y con muletas, él es tu hombre.

El resto de la noche se movió a la velocidad de la luz, y estuve agradecida por eso. Tan pronto como la medianoche llegara, estaría fuera de aquí por el fin de semana entero. Lauren iba a venir para llevarnos muy temprano hacia la granja de sus padres. Cometí el error básico de todo padre al decirles a Lucy y a Piper días atrás, y me habían estado preguntando cada cinco minutos si ya nos íbamos. No podía esperar para despertarlas en la mañana y finalmente decir: ¡Sí!


*******

Alrededor de la medianoche, recogía las cosas de mi cubículo cuando Darla se dejó caer dramáticamente en la silla a mi lado

—¿Cansada? —pregunté.

—Exhausta —dijo entre un bostezo.

—¿A qué hora sales de aquí?

―A las seis en punto.

―Justo a tiempo para el desayuno. Estás casi ahí. —Le sonreí simpáticamente—. ¿Qué vas a hacer este fin de semana?

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