Nostalgia

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Al día siguiente y temprano en la mañana, ambos abandonaron la habitación de Blitz. Ellos se pasearon por las instalaciones y llegaron a la oficina en el piso de arriba, ya que Fizzarolli le estaba insistiendo bastante sobre desayunar o comer lo que fuera. La fuerte insistencia fue rara, pero aceptó.

Después de todo, era muy temprano y la oficina seguía vacía porque sus empleados llegaban en varias horas y Loona dormía hasta tarde hasta que se le ocurriera aparecer con un pésimo humor, como siempre.

Entonces, Fizzarolli se adueñó del lugar a pasos agigantados. Llegó a la máquina de café, la encendió y revisó la cantidad de tazas acomodadas desprolijamente en la mesa, hasta que consideró que utilizar la del pony multicolor era lo más adecuado porque era la más linda.

Se sirvió el café caliente y comenzó a tragarlo como si no hubiera un mañana. También vio algunas tostadas viejas, no le importó, comenzó a comer como si se hubiera estado restringiendo toda una vida.

—Ya veo que te instalas rápido en dónde sea que estés —le dijo Blitz algo shockeado por su manera tan bestia de comer—. Si, te doy permiso de usar la cafetera con los últimos dos gramos de café y de usar mi taza favorita. No hay problema, su majestad.

Fizzarolli terminó de tragar. Observó el café dentro de la taza y volvió a darle un sorbo, esta vez más consciente de lo que hacía. Lo degustó por primera vez y luego lo escupió al suelo sin ningún tipo de vergüenza.

—¡Este café sabe a mierda barata!

—¡Es mierda barata! —contestó Blitz muy indignado por criticar su precioso café— Así vivimos las personas normales. Te acostumbraste mal con al pavo real de fuego y el árbol de navidad parlante.

Fizz se compadeció con soberbia. Dejó la taza a un lado y le sonrió algo engreído a su amigo.

—Te traeré café de calidad la próxima vez que nos veamos —le aseguró con una media sonrisa—. Y cereal con mi cara así me recuerdas tooodo el tiempo.

—He evitado toda tu mercancía por tanto tiempo. Pero... —Blitz pensó en que cualquier cosa gratis era una gran oferta—. Tal vez pruebe ese cereal si me traes un poco.

Ambos se rieron ante ese intercambio de palabras tan casual. Blitz observaba discretamente los movimientos de Fizz, y en su imaginación, en su loca y retorcida imaginación, no le pareció que fuera desagradable que trabajara allí, junto al resto. Un sueño imposible y sin argumentos, pero algo que lo haría eternamente feliz.

De todas formas, no entendía las razones por las cuales seguía atado a Mammon más allá de un acuerdo de hacía años. No parecía un trabajo que Fizz apreciara mucho, porque si fuera así, estaría hablando de eso y presumiendo todo el maldito tiempo. Y la realidad era que Fizzarolli ni siquiera quería nombrar a Mammon en ninguna de sus conversaciones, gesto que siempre le pareció raro.

—Oye, cuando te lleve de vuelta, no le digas que compartimos habitación —advirtió Blitz a su amigo porque sabía que eso solo desencadenaría más malentendidos—. Se va a volver loco.

—Ya no habrá problemas cuando se lo explique de verdad y me escuche —Fizz estaba mucho más relajado con respecto al asunto, porque confiaba en las palabras alentadoras que Blitz le dijo durante la noche—. En realidad, estaba muy abrumado y perdido. Pero si lo pienso con calma... Asmodeus no será irracional. Ya sabe que estuvimos juntos.

Blitz estaba intentando beber parte de una taza de café caliente y humeante. La escupió en el piso sin poder medir su sorpresa.

—¿LE DIJISTE QUE NOSOTROS...?

—Sabe todo de mi —se encogió de hombros el contrario—. Sería ridículo no contarle que fuiste todas mis primeras veces —contempló a Blitz, quien no podía creer lo que estaba oyendo—. Él solo tiene conflictos por lo que tuvimos cuando éramos adolescentes. Claro, los primeros besos, las primeras cogidas. Es lo que le molesta, sabe que estabas colado por mi.

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