Agonía

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Aquella mañana, Fizzarolli despertó en su enorme cama matrimonial. Estaba solo. Se acurrucó dentro de las sábanas limpias y sintió demasiado frío e incomodidad. Entreabrió sus ojos agotados, los cuales eran marcados por unas ojeras negras y notables, y trató de moverse.

Por alguna razón, se sentía demasiado cansado, como si sus partes mecánicas pesaran mucho más de lo habitual. Pero no había problema alguno... Todo funcionaba adecuadamente, no había fallas o desperfectos en sus prótesis. No entendía la raíz del problema.

Se sentó en su lugar, se llevó las manos a la cabeza y sintió su gorro sobre sus cuernos. Entonces, intentó recordar que fue lo último que sucedió.

El circo. Las ruinas.

Fizz rodeó su vientre con sus brazos y tembló. Se sentía muy desagradable, no quería recordarlo, no quería recordar nada, le hacía daño. Trató de ponerse de pie, de hecho dio algunos pasos, pero el extraño pesar de sus prótesis lo hizo trastabillar y perder el equilibrio.

Antes de que se desplomara en el suelo, los grandes brazos de Asmodeus lo sujetaron. El pecado lo sostuvo, lo alzó entre sus grandes y fuertes brazos y lo cargó sin problemas. Lo primero que hizo fue besar sus mejillas, besó su piel expuesta, su frente, su cuello y zonas de su pecho. Ozzie observó preocupado el rostro perdido y desorientado de Fizzarolli, quien ardía en fiebre y tenía sus ojos grises y nublados.

—Fizz... te daré medicina —lo calmó mientras caminaba cargándolo—. Todo estará bien. Voy a cuidarte —lo llevó hasta la cocina para buscar el brebaje—. Por ahora, solo debes descansar.

Fizz recostó su mejilla en el pecho de Ozzie. Aferró su mano a su plumaje y se dejó vencer. No tenía fuerzas... Sabía que algo estaba mal con su cuerpo y la sensación era reconocible. En toda su rehabilitación, recaía varias veces y la fiebre era un sentir de todos los días. Lo peor de todo era que su malestar era de índole psicológico. Hacía años no le pasaba algo así de fuerte.

Asmodeus sujetó una pequeña botella, la cual tomó de la alacena. Llevó el pico a los labios de Fizz y él bebió lentamente. Al terminar, volvió a acomodarla en su lugar. El mayor acarició su mejilla y lo observó con angustia. Su novio se veía muy deprimido, no recordaba la última vez que lo vio tan mal.

—¿Recuerdas algo del viaje? —intentó preguntar con suma delicadeza. Pero Fizzarolli no respondió, permaneció quieto y recostado sobre su pecho sin querer recordarlo de ninguna manera.

Ozz comprendió su silencio, no iba a presionar más. Lo llevó entre sus brazos y, mientras recorría el pasillo, tomó una decisión determinante al sentirlo tan frágil y enfermo.

—Voy a hablar con Mammon . Haré que cancele tu show del fin de semana —le dijo sin intenciones de mediar un intercambio de opiniones.

En solo dos días, Fizzarolli tenía programado un show en el anillo de la Codicia y en el estadio más grande y costoso. Y el show estaba agotado en ventas, para su desgracia. Ver a Fizz en ese estadio sucedía solo un par de veces al año, por eso nadie se lo quería perder.

Una fuerte pulsación de pánico y adrenalina sacudió el pecho de Fizz. Alzó su mirada horrorizada hacia Asmodeus y comenzó a temblar ante el miedo más profundo de todos.

—No puedes —intentó decir más, pero su inconsciente lo superó. Presionó las plumas de Ozzie con todas sus fuerzas, le rogó con la mirada que no se atreviera. Pero el contrario no iba a aceptar un no como respuesta.

—Si puedo y voy a hacerlo —le contestó con una determinación de acero—. Estás enfermo, no dejaré que actúes así. Si lo haces, podrías lastimarte o empeorar.

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