La vida era un cúmulo de situaciones que se sucedían una tras otra como una hilera de dominoes, en su caso, y más veces de las que a Mika le gustaría admitir, la cadena de acontecimientos que iban hilando su vida solían decaer y deteriorarse con una rapidez vertiginosa, e incluso de una forma aparatosa. Como ese día. Las cosas habían ido de mal en peor de forma brutal.
Esta era una de esas veces.
Había empezado como un día regular de ir a ver a su madre, que no le recordaba. Luego había llegado Kimi y habían peleado, aunque en ese momento aquella pelea le parecía lejana y de lo más superflua, una nimiedad. Oh, dios, Kimi. Luego, furiosa como estaba había ido a la playa, y por muy conciente que fuera de los peligros de ser una mujer sola no solía mirar sobre su hombro con frecuencia, como no había hecho en aquella ocasión y Ari había aparecido. No lo había esperado, así que no estaba preparada para enfrentarlo, la había atrapado indefensa y sola, en terreno desventajoso.
Había estado tan distraída con Kimi en la mente y en sí misma, que no había pensado directamente en cómo encajaría Ari la noticia de su matrimonio o si la buscaría, lo había sacado de su mente como si no fuera una pieza importante en el tablero. Había sido un grave error, era obvio y se arrepentía de no haberlo previsto. Había estado a punto de pagar el precio más alto.
Había sentido miedo.
Había sentido terror, un terror como jamás había sentido antes.
Si, se las había visto parecidas con Ari antes, pero es que su vida antes había sido un infierno y casi había pensado que si la mataba no estaría tan mal. Luchaba porque no podía hacer otra cosa, porque se negaba a entregarse a ellos, pero no porque en realidad apreciará la vida que estaba llevando hasta ese momento, sin embargo las cosas habían cambiado, Kimi había aparecido en su vida y le había ofrecido algo totalmente diferente a lo que había vivido antes de él. Maldita sea Kimi, por todo lo que haces bien. Lo amaba y quería construir una vida, una familia con él, pero para eso tenía que estar viva. No quería perderse de Kimi. No quería abandonarlo. No quería perderse a sí misma, a la mejor versión de sí que podría llegar a ser. No quería que Ari se lo arrebatará como le había arrebatado muchas cosas antes. No quería perder, no quería ceder. No. Y eso era todo lo que pensaba mientras luchaba por respirar, mientras se le acababa el aire. No quería perder.
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Era una noche oscura si te alejas un poco de los focos, pero tan brillante como una noche en Cádiz con su gente y turistas podría ser.
Estaba calada de pies a cabeza, el viento le había secado el agua salada en la piel, aunque no estaba suficientemente consciente de ello en ese momento. También estaba bastante llena de arena seca y húmeda en todos lados. Su cabello y su ropa.
Estaba helada, pero habiendo crecido en Finlandia sabía que no iba a pasar nada por un poco de frío, así que lo consideré con algo de indiferencia.
Sus pies descalzos y entumecidos del frío eran indiferentes al asfalto sobre el cual aún andaba. Había corrido. Joder, como había corrido, como alma que lleva el diablo, podía sonar algo pintoresco pero la realidad es que se las había visto tan cerca con la muerte hace unos momentos, que había continuado, sin detenerse por un largo tramo calle arriba, ciega y sin pensarlo dos veces, simplemente había salido disparada en dirección contraria.
Había corrido sin emitir una sola palabra. Un solo sonido. Sin soltar una lágrima. Estaba muda en ese momento y su cabeza estaba completamente vacía, lo único que podía escuchar era el sonido de su propia respiración y el latido de su desbocado corazón.
Hasta que de pronto se detuvo bajo un poste de luz, se volvió lentamente, casi esperando que Ari apareciera en cualquier momento y la atacara. Y no pasó. Simplemente no había nadie más en esa calle que ella. Se miró las manos y vio que las cubría una capa rosada de sangre diluida, no era mucho, solo algunas salpicaduras aquí y allá, pero era evidente que no eran manchas cualquiera.
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Te quiero, Iceman.
FanfictionCuriosamente todas las cosas interesantes en la vida de Kimi Raikkonen tienen alguna relación con los autos. Mika, que nada sabe sobre fórmula uno jamás se imagino que terminaría tomándose una noche lluviosa con el mismísimo Iceman en persona. Nunc...