𝟕. 𝐕𝐞𝐫𝐚𝐧𝐨

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Estación King Cross - 1971

– Ya llegamos – Remus despertó a sus tres amigos con esas palabras.

Al parecer Peter había salido en cuanto el tren se detuvo, dejando solos en el compartimento a James, Sirius, Arabella y Remus se quedó a despertarlos.

Los tres niños que estaban dormidos, se levantaron apresurados, Black tomó sus cosas y las de su amiga (como lo había hecho la primera vez) y los cuatro se dispusieron a salir de los vagones. Remus y James se adelantaron, dejando atrás a Sirius y Arabella, sin darse cuenta. Ambos amigos caminaban sin prisa alguna hacia la salida del tren, pero la pelinegra podía notar a su mejor amigo, tensarse al lado de ella.

– ¡Ey! – llamó su atención, deteniéndolo – Tranquilízate ¿ok? – lo tomó por los hombros – Todo va a salir bien, mis padres van a amarte.

– Pero y si...

– Pero nada. Ahora vamos, anda – Arabella tomó su mano y lo jaló fuera de ahí.

Cuando salieron, se encontraron con sus tres amigos que ya habían bajado los baúles de los cinco.

– Ahí están – señaló James.

– ¿En dónde se metieron ustedes dos? – preguntó Remus, en cuanto se acercaron.

– Ch-chicos, ya tengo que irme – habló Peter. Abrazó a sus amigos, prometiéndoles que les escribiría y corrió hacia una mujer rubia de ojos muy bonitos.

– Corrió – soltó Black, estupefacto.

– Oye – llamó su atención la niña – ¿Avisaste que ibas a pasar el verano con mi familia y conmigo?

– Si – dijo Black mirándola desde arriba – Les escribí una carta que decía "no me esperen, tontos. Voy a estar muy muy lejos" – terminó moviendo la mano lento hacia el horizonte, y le guiñó el ojo a Arabella.

– Eres un ridículo – murmuró la niña sonriendo de lado.

– Miren, ahí está mi madre – señaló Lupin a lo lejos – Vengan, quiero presentárselas.

– Y yo también quiero presentarles a mis padres – agregó James.

Los cuatro niños caminaron con dirección a donde se encontraba la hermosa señora Lupin. Era una mujer de estatura mediana, un cabello rubio que le llegaba a la clavícula y unos ojos castaños iguales a los de el más pequeño de los Lupin.

– Creí que su mamá estaba enferma – le susurró el ojigris al azabache.

– ¡Oigan! – la regañó la de ojos distintos, en un susurro.

– ¡Mamá! – la mujer lo ubicó entre la multitud y se le dibujó una radiante sonrisa.

– Amor mío – su madre lo abrazó con mucha fuerza.

– Te quiero presentar a mis amigos – le dijo a la mujer – Ellos son Sirius, James, Arabella y falta Peter.

– Mucho gusto, niños – sonrió – yo soy Hope Lupin. Remus me ha hablado mucho sobre ustedes.

– Es un placer, señora Lupin – sonrió igualmente la pelinegra – Soy Arabella. Nos alegra que ya se haya recuperado – volvió a sonreír.

– Si, estamos felices de que esté bien – agregó Black.

Ninguno de los tres niños se dio cuenta que Remus había palidecido por completo, pues al llevarlos jamás había pensado en lo que dirían.

– Oh, muchas gracias, niños – al parecer, Hope Lupin sonreía demasiado, tenía una sonrisa contagiosa – Bueno, fue un gusto conocerlos, pequeños, pero debemos irnos. ¿Sus padres ya vienen?

All of us must dieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora