𝟏𝟒. 𝐔𝐧𝐚 𝐫𝐨𝐬𝐚 𝐲 𝐥𝐮𝐧𝐚 𝐥𝐥𝐞𝐧𝐚.

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Hogwarts - 1972

– Tranquilo, hermano – le dijo Sirius a Lupin, muy desencajado por su actitud.

– Si, amigo, entendemos que tu mamá está mal, pero no somos los culpables – agregó James.

Remus Lupin, harto, se dio la vuelta y salió de la biblioteca.

– ¿Qué demonios le pasa? – Black si se molestaba con las actitudes de su amigo, pues entendían su situación, pero ellos no eran los culpables y el castaño, solía desquitarse con los cuatro – ¿Si sabe que nosotros no somos Dumbledore? Nosotros no le prohibimos ver a su mamá.

– Iré a verlo – agregó a Arabella y se encaminó hacia afuera.

– A veces siento que tiene problemas de ira – volvió a añadir Sirius.

– Lo mismo pienso yo, pareciera que una vez al mes, no nos soporta.

– Parece que está menstruando.

– ¿Qué es eso? – preguntó Peter.

– Es cuando... ammm.... una.... ¿sabes que? no importa – James estalló en carcajadas – Voy al Gran Comedor ¿vienen? – los dos lo siguieron.

– ¡Remus! – Arabella había alcanzado a su amigo.

– Ya sé que estuve mal, déjame en paz – soltó con un tono mordaz.

– Entiendo que no te sientes bien, pero a mí no me hables así – recriminó poniéndose delante de él.

– Lo siento, Anni, de verdad, pero es que no lo controlo. No sé porqué sabiendo lo que sabes, sigues siendo mi amiga.

– Ya te lo expliqué, Rem, no por algo así vamos a dejar de ser amigos ¿ok?

– Está bien – el niño suspiró aliviado.

– Tenemos que prepararnos para la noche – dijo la niña avanzando.

– ¿Tenemos?

– Si, ya te dije que no te dejaré solo.

– Y yo te he dicho que es muy peligroso que vayas.

– Peligro es mi segundo nombre – sonrió la niña.

– No, Arabella, no estoy jugando.

– Y yo tampoco, digas lo que digas, no me vas a hacer cambiar de opinión.

– Pero... – la niña siguió avanzando sin dejar que la contradijera.

– Ahora vamos al Gran Comedor, le debes una disculpa a los chicos – siguió caminando mientras su largo cabello negro se movía.

– Como órdenes – negó sonriendo y la siguió.

Entre plática, los dos niños llegaron con los demás y se sentaron en la mesa de Gryffindor.

– Oigan, chicos, les debo una disculpa. No estuvo bien como les hablé – los tres niños se miraron.

– No seas ridículo, ya siéntate – Remus sonrió y se acomodó a escuchar las tonterías que decían.

– Hola, chicos – Barty se había acercado a la mesa de los leones – ¿Me prestan a Arabella?

– Lo sentimos, Crouch, pero no está disponible.

– Gracias – el castaño jaló a su mejor amiga y se la llevó.

– Barty ¿a dónde vamos? – los niños seguían avanzando fuera del Gran Comedor.

– Es que Ophelia me dijo que te trajera.

– ¿Ophelia? ¿Para qué?  – se detuvo abruptamente.

All of us must dieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora