𝟏𝟎. 𝐉𝐮𝐠𝐚𝐝𝐨𝐫 𝐝𝐞 𝐐𝐮𝐢𝐝𝐝𝐢𝐭𝐜𝐡

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Hogwarts - 1971

– ¡Stark, Potter y Black! – gritó McGonagall – ¡A mi oficina! ¡Ahora!

Y si, nuevo año, nuevas bromas y por supuesto, nuevos castigos. 

Nuevamente esos tres niños (en especial esos tres) serían castigados, por una broma "inofensiva" hacia unos alumnos de Ravenclaw. Por ende, Lupin y Pettegrew provocaran sus castigos para estar los cinco juntos. Y esto volvía loca a Minerva McGonagall, porque por donde unos hacían, los otros desasían, no había por donde mejorar.

– Es Noviembre – comenzó molesta – ¿No se pueden esperar a que acaben las clases?

– Mmm – Arabella tapó la boca de Sirius antes de que dijera alguna estupidez.

– ¿Algo que agregar, señor Black?

– Nada, Minnie – sonrió anonado.

– Oh, por favor, y deje de llamarme así – le dio una mirada de enojo.

– Su castigo va a ser... – en eso, la puerta de la oficina se abrió dejando ver a Filch.

– Profesora, McGonagall – interrumpió dejando ver a Remus y Peter – Agarré a estos dos intentado entrar a hurtadillas a los invernaderos – la jefa de la casa de Gryffindor se recargó frustrada sobre su asiento.

– Gracias, Filch, puedes retirarte – el hombre dejó a los niños y salió – ¿Qué voy a hacer con ustedes? Díganme.

– Querernos mucho – sonrió tiernamente James y se levantó a abrazar a Minerva, sus amigos siguieron su acción.

Aunque al principio la mujer no los abrazó, después los rodeó y palmeó un poco su espalda. Por más dura que fingiera ser, con tantas veces que esos niños habían pisado su oficina al mismo tiempo, había logrado tomarles cariño. E inconscientemente sonrió ante la acción de los pequeños.

– Bueno, ya – movió las manos corriéndolos de ahí – Si tanto quieren ir al invernadero, su castigo será ayudar a la profesora Sprout a limpiarlo.

– ¡Ay, no! – exclamaron los cinco al unísono.

– He dicho. Ahora váyanse de aquí. Adiós, adiós – movió las manos para correrlos de ahí.

– Yo sé que en el fondo nos quiere – dijo Sirius, sonriendo satisfecho, mientras caminaban por los pasillos.

– También yo, o sea, ¿quién no nos quiere? – apoyó Potter.

– Yo puedo hacer una lista muy grande – agregó Remus al comentario de su amigo.

Arabella como siempre se empezó a reír, contagiando a Sirius y a Peter.

Siguieron avanzando hasta llegar al salón de Historia de la Magia. Esta vez, le tocó a Arabella sentarse con Remus, a James con Peter y a Sirius con un Hufflepuff. El niño Potter estaba volteado hacia la mesa de su amiga, mientras ella hacía barquitos de pergamino, el lo cortaba y una vez terminados, los apilaba en una torre de barquitos de pergamino. Era algo que ambos tenían desde el año pasado, pues eso ayudaba a Arabella a distraerse.

– Ese profe me sigue odiando – soltó Remus de mal humor.

– Tranquilo, viejo – le dijo Sirius – Esta loco y ya ¿verdad, chicos?

James y Arabella venían hasta atrás, viendo todo el origami que había realizado la niña Stark durante las clases. Y como siempre, aunque James la había ayudado a hacerlos, iba viendo cada barquito que Stark le enseñaba.

– ¿Qué? – preguntaron ambos niños que iban absortos viendo el origami.

– Ah – soltó Sirius cansado – Sigan con lo suyo. El punto es que no debería de afectarte, es un simple fantasma incoloro que te envidia porque el no pudo vivir su vida, es todo.

All of us must dieDonde viven las historias. Descúbrelo ahora