🐾 ℭ𝔲𝔞𝔱𝔯𝔬

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El lunes llegó sin demora y Harry en su casa, y Louis en su departamento, estaban despiertos a pesar de ser las cinco de la mañana. Estaban demasiado ansiosos.

A las siete en punto, estaba Louis tocando el timbre de la casa de Alice, después de pedir un taxi. Era una mañana horriblemente fría, que calaba los huesos y hacía tiritar a quienes caminaban a esa hora. Harry no podía verse más tierno, tenía un lindo gorro, una bufanda, guantes y una manta gruesa sobre las rodillas. Louis se acercó y lo tomó de las manos:

—Buenos días, te ves muy lindo, —dijo sonriendo.

—Hola Lou, gracias, —contestó sonrojándose, otra vez.

Una vez más se quedaron perdidos en sus miradas, hasta que Alice los sacó de su burbuja. —Buenos días Louis, —saludó, evitando reír.

—Alice, buenos, días, yo, creo, que, debemos irnos.

—Gracias por acompañarnos, eres muy amable, —siguió, disfrutando la situación.

Pasó un momento incómodo, en que ninguno sabía qué hacer, hasta que Louis tomó la iniciativa.

—¿Puedo? —Preguntó mirando a Harry.

—Sí, está bien.

Louis llevó la silla hasta la puerta del auto. Lo tomó en brazos delicadamente, con su corazón latiendo a mil por hora. Verlo así, tan cerca, tan vulnerable, tan puro, con una mirada que gritaba por ayuda... Lo dejó en el asiento y acomodó la manta, dobló y guardó la silla en el maletero. Alice en el copiloto, dio las instrucciones para llegar al hospital.

Veinte minutos para las ocho, ya estaban esperando al médico, quien se alegró mucho de ver a Harry después de tanto tiempo. Louis lo recostó en la camilla, para una primera revisión, más que nada para ver el nivel de sensibilidad y de rango de movimiento. Estaba bastante bien físicamente, respondió a los estímulos, aunque debían realizar algunos exámenes antes de comenzar la terapia. Eran excelentes noticias, pero Louis se dio cuenta de las lágrimas invisibles de Harry, parecía estar completamente paralizado, no había expresión en su rostro. Disimuladamente le pidió al médico que saliera con Alice, y cuando estuvieron solos, se acercó hasta poder acariciar las pálidas y frías mejillas, intentando darles calor.

—Háblame, por favor, —susurró, pero solo recibió silencio. —Harry, estoy aquí para ti, para lo que necesites, vamos a tu ritmo, si te sientes incómodo lo hacemos después, —habló lo más despacio posible, acariciando ahora las manos de Harry.

Una pequeña lágrima se deslizó, y unos segundos después, el cuerpo sacudiéndose, intentando liberar todo su miedo. De alguna manera, Louis consiguió abrazarlo, intentando darle consuelo, fuerza, ánimo. Poco a poco el cuerpo de Harry fue encontrando calma, también vergüenza de mostrarse tan débil.

—Está bien, ¿quieres irte y volver después?

—No, puedo hacerlo, pero... No me dejes solo, no me abandones, por favor...

—No lo haré, confía en mí, —contestó besando sus manos. En ese momento, entraba Alice con el rostro desfigurado, asustando a Louis. —¿Qué pasa? —Preguntó.

—Los exámenes más la fisioterapia, el kinesiólogo, y la terapia sicológica... Es demasiado... —Contó angustiada. Jamás imaginó el alto precio que tendría que pagar para ver mejor a su hijo, miraba el presupuesto y los números no le daban aunque buscara otro trabajo. Harry y Louis se dieron cuenta, y una vez fuera del hospital, Alice rompió a llorar. Se sentía impotente y defraudada.

Harry se acercó y le dijo con voz contenida, que no importaba, que él podía vivir así, sintiendo por dentro que era el mayor estorbo del mundo.

—¿Puedo ver el presupuesto? —Preguntó Louis. Lo revisó, pero no dijo una sola palabra.

You Are The Light In The Middle Of My Darkness, History Larry StylinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora