🐾 𝔗𝔯𝔢𝔠𝔢

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Cuando llegó Alice a buscar a Harry para irse a casa, no lo encontró en la sala de rehabilitación. Preguntó, pero nadie sabía dónde estaba, lo que comenzó a ponerla nerviosa. Llamó a Louis, pero él no sabía y se quedó más que preocupado también. Caminó entonces por el pasillo, hasta que al pasar por fuera de uno de los baños, escuchó un pequeño sollozo, uno que conocía muy bien porque lo llevaba escuchando cada día durante años.

—Hijo, Harry, ¿eres tú? —Preguntó golpeando la puerta y aunque no tuvo respuesta, se quedó ahí.

Un minuto después, vio la puerta abrirse, despacio, y lo que vio la hizo llorar, con tanta fuerza que estuvo a punto de caer. Su hijo, su ranita, estaba de pie frente a ella, con unas muletas que jamás vio tan maravillosas, y bañado en lágrimas que sabía, eran de felicidad.

Estuvo a punto de lanzarse a los brazos de Harry, pero en un segundo de cordura, entendió que no era prudente. Se acercó hasta abrazarlo, hasta que pudieron sentirse, pudieron mezclar sus lágrimas, pudieron sonreír juntos.

—No sabes lo feliz y orgullosa que estoy. Te has esforzado tanto, sé lo que ha significado cada día desde que pasó esa tragedia, todas esas miradas vacías, esos sueños rotos que ahora se transforman en algo hermoso. Puedes lograr lo que quieras mi ranita, pero creo que ahora, lo mejor es llevarte a casa. —Sonrió.

—Anda con Lucián mamá, yo te espero afuera, necesito un poco de aire frío.

Se fue Alice, dejándole un beso en su mejilla y secando sus lágrimas. Harry comenzó a caminar, acostumbrándose al peso y la forma de sus muletas, sintiendo la forma, el sonido y sobre todo, tomando consciencia de cada paso que podía dar, cómo se movían sus rodillas, cómo era el piso bajo sus pies.

Llegó hasta la salida, y era lo que necesitaba. El viento gélido de ese día frío y nublado golpeó su rostro, lo hizo temblar, sacudió su cuerpo, pero no pudo eliminar su sonrisa ni secar sus lágrimas. Estaba caminando de aquí para allá, cuando vio llegar un taxi, y a su novio bajar acelerado, entrando casi corriendo al hospital. Aguantando los nervios, lo llamó por teléfono.

—Hola Lou, ¿dónde estás? Se escucha mucho ruido.

—Amor, gracias a Dios, ¿estás bien? Alice me llamó preocupada porque no te encontraba, y vine al hospital a buscarte, ¿dónde estás?

—Afuera, —no pudo evitar reír. —Te vi pasar muy rápido, no me viste. Ven, estoy junto al puesto de fruta.

—Voy, —dijo colgando.

Cuando Louis salió, pasó su mirada por todas partes, pero no veía a Harry. Estaba girando, intentando fijar sus ojos en cada espacio, hasta que lo vio aparecer detrás de un anuncio de perfumes.

—Santo Dios... —Nunca fue alguien religioso ni creyente, pero por primera vez sentía que debía agradecer a alguien lo que sus ojos presenciaban. —Amor... —Susurró.

Y Harry, frente a su novio, volvió a derrumbarse, no podía hablar. Caminó hacia él, y cuando estuvo frente a frente, soltó sus muletas y se abrazó a su novio, con fuerza, como si tuviera miedo de perderlo, aferrándose a lo que sentía por él. Louis correspondió a ese abrazo, que lo reconciliaba con la vida, que le gritaba que sí, podía ser feliz, que podía tener una vida distinta, podía amar por completo a ese ser que le devolvió todo lo que nunca tuvo, y caminar juntos, por fin.

—¿Cómo pasó esto amor? —Preguntó sin soltarlo, con voz trémula.

—Es una larga historia, pero prefiero contártela en casa. Supongo que debes volver rápido a la oficina, ¿verdad?

—Sí, pero voy a salir temprano, y tengo dos días libres amor, ¿qué quieres que lleve, ¿helado?

—No Lou, hoy quiero acompañarte a comprar. ¿Sí me llevas?

You Are The Light In The Middle Of My Darkness, History Larry StylinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora