🐾 𝔇𝔦𝔢𝔠𝔦𝔬𝔠𝔥𝔬

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—Amor, hablemos, ¿sí? —Suplicó.

—¿No quieres besarme?

—Claro que sí, pero no es manera de solucionar los problemas y lo sabes, —dijo acariciando su pelo.

—Me sentí desplazado y olvidado, que no les importé, y te juro que lo entiendo, pero me dolió mucho. Estuve solo todo el día, tuve avances en la terapia que no pude compartir con alguien más, nadie me preguntó tampoco. Como pude cociné, aunque ustedes saben que me cuesta y que es peligroso para mí hacerlo... Sé que todos tenemos nuestros propios problemas, pero ¿tanto les costaba un mensaje, una llamada? No lo creo y no quiero ser una preocupación para ustedes, pero yo también me canso de siempre entender. —Se desahogó.

—De verdad lo siento, e intentaré que no vuelva a suceder. Jamás pensé que algo así pasaría, tienes razón, no me costaba avisar... Fui un tonto, —suspiró.

—Está bien, solo evita que pase de nuevo, me sentí muy mal... 

—Lo prometo amor, —aseguró besándolo.

Intentaron mantener los besos en un nivel de ternura, sin maldad, sin buscar más, pero otra vez fracasaron. 

—Necesitamos dormir, —dijo Harry.

—¿Aun te sientes inseguro?

—Sí, demasiado. —Pese a todo sonrió.

—¿Por qué no salimos? Podemos ir al cine, a almorzar, solo a caminar.

—Por hoy quiero quedarme abrazado a ti, y dormir un poco. Anoche no cerré los ojos.

—Bien, entonces, intentemos descansar, por lo menos disfrutar el silencio.

El ruido del teléfono de Louis los sacó de la ensoñación deliciosa en la que estaban cayendo.

—¿Pudiste hablar con Harry? —Preguntó aun nerviosa, Alice.

—Sí, está más tranquilo, íbamos a dormir un poco, ¿quieres hablar con él?

—Sí, por favor.

—Aquí está, —dijo pasándole el teléfono a su novio.

—Hola mamá.

—Hola hijo, por favor perdóname, fui una insensible, lamento mucho lo que pasó. Jamás quiero que pienses que no me importas.

—No te preocupes mamá, nunca pensaría eso, en serio.

—Bien, nos vemos en la noche, hoy voy a llegar pasadas las diez.

—Sí mamá, cuídate, un beso.

—Te amo bebé, besitos para los dos.

Harry colgó, y dejó el teléfono en algún lugar de la cama. Se acomodó mejor en el pecho de Louis y finalmente se durmieron.

Casi cuatro horas después despertaron perezosos, descansados, felices.

—¿Cómo dormiste? —Preguntó Louis.

—Muy rico, me hacía falta... ¿Tienes hambre?

—Sí, ¿quieres que pidamos sushi?

—Me encantaría, pero hay que agregar esas bolitas de coliflor fritas.

—Tienes razón, son deliciosas. ¿Puedes pedir tú? Necesito una ducha rápida.

—Sí, yo pido, pero ¿puedo agregar salsa extra?

—Lo que quieras amor, ya vengo.

Cuando llegó el pedido, Louis apenas había salido del baño y ni siquiera se había vestido.

You Are The Light In The Middle Of My Darkness, History Larry StylinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora