🐾ℭ𝔦𝔫𝔠𝔬

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Esa semana, los terapeutas de Harry, decidieron que iban a probar la terapia en marcha en barras paralelas. Consistía básicamente, en ponerlo de pie y que intentara mantenerse en esa posición, aunque fueran unos segundos. Estaban todos nerviosos, pero tenían mucha esperanza en este tratamiento, porque también les daría nuevas pautas para la rehabilitación.

Sólo la sensación de sentir sus pies en el piso duro, fue algo maravilloso para Harry, que pensó jamás volver a pararse sobre sus piernas. Tuvo que hacer un esfuerzo sobre humano para sostenerse de las barras, y se mantuvo cerca de 30 segundos en esa posición, un poco encorvado tal vez, pero lo había hecho, superando con creces sus expectativas y la de sus terapeutas. Cada día aguantaba un poco más, hasta lograr mantenerse completamente erguido el viernes, sin que, además, le temblaran los brazos. Estaba feliz, muy feliz, aunque había algo que lo hacía entristecer, pero se había comprometido a tener paciencia.

El sábado, en el que una vez más Alice tuvo que adelantar trabajo durante la tarde, se encontraron nuevamente Harry y Louis a solas en la casa. Louis había llevado a corbata, pizza y jugo, y la compartieron en medio de una conversación bastante ligera y un poco incómoda y obligada, mientras el cachorro comía en la cocina. Una vez en el parque, con corbata feliz, y luego de meditarlo mucho y de tener la autorización de su sicóloga, Louis decidió que era tiempo de entregar a Harry esa parte de su vida.

—Cuando tenía 14 años, mi tío, hermano de mi padre, fue como tantas veces a visitarnos. Recuerdo perfectamente que fue un día jueves, el segundo de julio. Hacía calor, y yo tenía puesto un short y una polera. Después de almorzar, me fui a mi habitación a escuchar música. De repente sentí un grito, y me asomé con cuidado... pude ver a mi tío tocando las piernas de mi madre y a ella llorando, con su rostro desfigurado. Él le decía que no se hiciera la loca, que sabía que ella quería acostarse con él, porque se daba cuenta de cómo lo miraba. Yo me paralicé, no podía creerlo, no pude moverme, no pude gritar. Estaba angustiado, y fue peor cuando lo vi golpearla, lanzarla al piso y tirarse encima de ella, rompiendo su ropa, manoseándola por todos lados...  —Se detuvo, le estaba costando demasiado abrirse así, no podía ver la cara de horror de Harry, porque de hacerlo no hubiese podido continuar. —En ese momento pude gritar, decirle que la dejara, que era un maldito infeliz, y logré que se pusiera de pie, mientras mi mamá intentaba recuperarse. Él se acercó a mí, y me arrinconó, pasó sus manos sucias por mi pecho... hasta tocar mi entrepierna, quería vomitar, no puedo olvidar su voz diciendo que yo siempre le gusté, que era mejor tenerme a mí... Mi mamá no soportó, se lanzó sobre él, comenzaron a forcejear, gritaban, no entendía nada, tenía mucho miedo... Y de pronto, él la lanzó escaleras abajo, con tanta fuerza, con tanta rabia... —Pequeñas y dolorosas lágrimas iniciaban su camino por sus mejillas. —Mi mamá murió unas horas más tarde, yo llamé a la ambulancia y estuve solo en el hospital, esperando. Cuando llegó mi papá, le conté todo, y él simplemente me dijo que eran accidentes que pasaban, y que, en el peor de los casos, era nuestra culpa y yo no lo podía creer... Como pude, volví a mi casa, intenté matarme, no podía soportar, me estaba ahogando... Pedí ayuda, hablé con las enfermeras, con los médicos cuando estaba ya consciente, pero no me escucharon, mi papá los convenció de que eran inventos míos. Ni siquiera ahí logré que mi tío no se acercara a la casa, siguió yendo de visita, y yo en esos momentos me encerraba y colocaba el mueble más pesado de la habitación para trancar la puerta. 

Hizo una nueva pausa, para sentarse en una banca y poder mirar la palidez en la cara de Harry, que no podía creer todo lo que había pasado en la vida de Louis, y sabía del esfuerzo que estaba haciendo para contarlo, para volver a recordar esa pesadilla. Quería decir tantas cosas, pero a la vez, entendía que no era el momento, tal vez más tarde, tal vez otro día.

—Conseguí en la escuela una navaja, ya no me importaba herirlo o volver a intentar suicidarme, mi vida no tenía sentido y apenas pude, me fui a vivir con mi hermana, que sabía lo que había pasado, y que no hizo nada por defenderme. Su esposo no me quería cerca de sus hijos, porque yo era un mal ejemplo, un pervertido. Dos meses después salí de ahí, había ahorrado un poco haciendo cualquier trabajo, hasta que pude pagar una pieza. Trabajé limpiando baños en un hotel, y así conocí a mis jefes. Ellos me llevaron a su empresa de auditorías, pagaron un curso para mí y luego me apoyaron para entrar a la universidad. Pude cambiarme a un departamento, pequeño, pero con más espacio, y luego llegó corbata, y después Alice y finalmente tú. —Por primera vez, en medio de su relato, sonrió.

You Are The Light In The Middle Of My Darkness, History Larry StylinsonDonde viven las historias. Descúbrelo ahora