Capítulo 33

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ERIC

Tengo amigos, no sé si buenos o malos, pero así es.

Vic se fue antes del club y pasó a mi cuarto para llevarse cualquier indicio de que pudiera tener adicciones. Me avisó por mensaje, cuando ya íbamos camino al hotel, y por suerte Aura no leyó porque iba conversando con Gigi.

No importa que Aura y yo estemos casados, siempre nos van a molestar. Bromearon con que por fin me veo feliz, que Aura se ve menos estresada y tonterías así; hasta parecían tranquilos, pero entre líneas encontré esos semblantes preocupados porque Aura no sabe nada.

En el hotel continuamos lo que hacíamos en la camioneta. Hicimos el amor otra vez y ahora Aura descansa con su cabeza en mi pecho. Tengo un vaso de whisky en la mesa al lado de la cama y daría lo que fuera por un cigarro, pero Aura me ha dicho que intenta dejar de fumar, así que desistí.

—Voy al baño —avisa y se enrolla con la sábana antes de salir de la cama.

Es tierno que se preocupe por mi opinión sobre su cuerpo, yo la encuentro hermosa como sea. Es verdad que la conocí delgada, pero no me importa si su cuerpo cambia.

Mi cuerpo ha cambiado y me ama igual que siempre. He bajado tanto de peso que sentí pena cuando me vi en el reflejo de la habitación, sin embargo, Aura me miraba como si la palabra «perfección» tuviera mi nombre como definición en el diccionario.

Aura me dijo que subió de peso; sinceramente no sé porque no me deja ver. Lo noté en sus pechos y porque se puso un vestido que le regalé el año pasado, pero que le quedaba grande.

Ella es así. No tiene sentido presionar. Poco a poco volverá a sentir confianza con su cuerpo al notar que la amo por quién es, no por como se ve.

Aura sale del baño envuelta en la sábana como túnica griega. Sonríe cuando me ve reír con la escasa luz que sale del baño. Arrastra su vestimenta hasta la cama, donde vuelve a meterse y a acurrucarse conmigo.

—Mentiste a Sofía.

—Sip.

—¿Por qué?

Aura levanta la mirada, desliza un dedo sobre mi nariz hasta la barbilla y responde:

—No quería que viniera porque te iba a distraer y que ya estabas suficientemente estresado.

Sofía mintió por mí, por nosotros. Quizá no fue la mejor amiga, pero hizo lo que creyó correcto.

—Ya me quitaste todo el estrés —bromeo.

—Me quedaré una semana, así que seguiré siendo tu anti estrés, Eric Dogre.

Ella desvía la mirada para beber de su vaso de agua, así que no nota mi angustia.

¿Una semana? ¿Cómo dejaré de drogarme una semana? No puedo, no ahora, necesito ese veneno. De hecho, ahora mismo lo necesito, mi muñeca comienza a doler y no tengo ni pizca de sueño cuando Aura ya está bostezando.

—Mamá me dijo que los niños se durmieron temprano —dice Aura cuando vuelve a acostarse a mi lado—. En la mañana podemos hacerles una videollamada.

—Claro...

Ella suspira hondo y sonríe.

—Y eres increíble, Eric, estaba gritando como una admiradora más.

Niego. Ese Eric no soy yo, pero no lo sabe.

—Debo bajarle un poco —Desvío la mirada—. No me gusta.

La melodía de AuricDonde viven las historias. Descúbrelo ahora