Capítulo 37

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Camino hacia ella sin ser dueño de mis movimientos. Aura me hace un guiño y sonríe de forma coqueta cuando un imbécil se acerca a bailar con ella; sin embargo, se acerca a mí, me toma de la mano y me lleva hacia donde se encontraba.

Rodea mi cuello con sus brazos, me inclino y me besa. Su cuerpo entero entra en contacto con el mío al mismo tiempo en que su lengua se abre paso en mi boca.

Quiero arrancarle la ropa.

Deslizo una mano por el escote de su espalda hasta su ropa interior, tiene una tanga de encaje.

En segundos ya estoy duro y tengo la apremiante necesidad de estar dentro de ella.

Pero Aura se aparta, me sonríe y gira sobre sí misma al ritmo de la canción.

En mis cinco sentidos no bailo, no me gusta, pero estoy demasiado drogado para recordar aquello. Me dejo llevar por el contoneo de Aura, por la forma en que pega sus nalgas contra mi cuerpo y sus manos se mueven sobre mí.

En el segundo nivel Dimas nos observa.

Sus ojos se notan azules incluso en la distancia.

Y no hay emociones en él.

Y recuerdo lo mucho que me gustaba restregarle en la cara que Aura me eligió, pero luego odié hacerlo porque mi hermanita se enamoró de él.

Ahora está ahí, mirándonos. Sabe a la perfección que yo podría desaparecer de la faz de la tierra con una sobredosis, un pequeñísimo error y todo se acabaría.

Aura toma mi barbilla con suavidad y me obliga a mirarla. Tiene puntos dorados alrededor de sus ojos, brillan con las luces.

Aura es lo más cercano que he estado a una Diosa.

La sujeto por la nuca y devoro su boca. Ella gime y es todo lo que necesito para presentarle al Eric que no conocía.

Tomo su mano y la guío hasta una de las paredes más apartadas del club. Empujo su cuerpo con su rostro hacia la pared y me coloco atrás de ella.

—¿Qué haces? —jadea cuando beso su cuello—. Eric.

Sus nalgas quedan pegadas a mi erección.

La oscuridad nos ayuda a escondernos un poco. Nadie ve cuando subo la falda y aparto la tanga para tocar su coño.

Ella vuelve a gemir y suelta un gritito cuando presiono su clítoris. Conozco su cuerpo mejor que el mío, sé cómo regalarle un orgasmo rápido. La humedad entre sus pliegues hace latir cada centímetro de mi cuerpo que ruega le haga el amor aquí mismo.

—Esto es lo que hacía —digo en su oído—. Las cogía en dónde sea, no me importaba.

—Eric...

Aura se aprieta más contra mí mientras sigo masturbándola. Mis labios buscan su cuello, la muerdo despacio, ella vuelve a gemir y comienza un suave vaivén que me está haciendo olvidarme de todo, como que por algo no puedo sólo cogerla aquí como quisiera sin importarme si terminamos siendo expulsados por seguridad.

Ella crispa los dedos sobre la pared, pega las nalgas más a mi cuerpo y arquea la espalda. Meto una mano en su escote y presiono el pezón endurecido sin parar de masturbarla.

—Voy a...

Pero no puede terminar la oración porque su orgasmo la hace gemir y desfallece pegada a mi cuerpo. Levanto más su falda y forcejeo con el cinturón, pero un toque en la espalda me detiene.

Dimas.

—Tienen hijos —me recuerda él—. Si alguien los fotografía, ellos verán esas imágenes.

La melodía de AuricDonde viven las historias. Descúbrelo ahora