Capítulo 36

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ERIC

Las luces resbalan sobre el rostro de Aura, está cansada. Ha dormitado parte del trayecto al club nocturno y lo agradezco, así no ha notado el temblor en mis manos que comienza a embargarme después de unos minutos de consumir; sólo dura un momento, luego la euforia es total y se dispersa.

El vestido dorado sube un poco sobre sus muslos; ella no suele usar ropa tan corta, menos para un club. Es tímida, así que verla con esa ropa brillante y de generoso escote es algo... extraño y, admito, atractivo.

Lleva el cabello recogido en una coleta alta que hace resaltar su cuello largo; así no se esconde la marca del beso que le he dejado en un costado. Las marcas que ella me dejó suelen disimulares con mi cabello largo o, al menos, nadie me ha hecho algún comentario sobre éstas. Quizá saben que los mandaré al carajo si se atreven a insinuar que las maquille.

Cristal me escribe, pregunta «¿Vendrán?».

Respondo que sí. No sé si les alegra o incomoda, quizá más la segunda opción, pero hoy no me importa. Esta noche siento que camino sobre la cuerda floja y que puedo caer en cualquier momento; creo que el precipicio es tan hondo que ni Aura podría salvarme.

Me inclino sobre ella y deposito un beso en su mejilla. Ella sonríe entre sueños, murmura mi nombre y busca el calor de mi cuerpo.

Podría abrazarla así toda la vida. Me gustaría. Tenerla entre mis brazos por la eternidad mientras vamos en el asiento trasero de una camioneta sin rumbo. Sin preocuparme por el mañana, sin responsabilidades, sólo existir.

Podría hacerlo.

He reunido el dinero suficiente para retirarme y darle una buena vida a mi familia, pero eventualmente se agotará y no quiero que mis hijos crezcan sin hacerse responsables. Ellos deben ser diferentes a mí, deben ser como ella, como Aura.

Aura nunca abandonaría su trabajo. Es más responsable que yo. Es mejor que yo en todo.

No sé cuántas noches desperté y encontré la cama vacía porque estaba en su estudio. Ella ni notaba que la miraba a través de la puerta entreabierta, se encontraba concentrada en mirar la nada con los audífonos y una libreta en su regazo.

Sé que tiene muchas historias que nadie conoce, ni yo. Las minimiza, suele decir que nadie querrá leer esa «basura» y me ha hecho jurarle que nunca intentaré buscarlas, así que cumplo mi promesa. No obstante, sé que no son «basura», que mi propia fama la ha perjudicado y que tiene más talento del que yo tendré alguna vez en la vida.

Aura ha sacrificado tanto por mí y creo que ni es consciente de eso, porque así es ella. Aura entrega a manos llenas, aunque las suyas se queden casi vacías, y por eso tengo que ser mejor persona, tengo que ganarme el honor de tener a una mujer como ella a mi lado.

Aura abre despacio los ojos y sonríe:

—Perdón, ¿ya llegamos?

—No... ¿Estás segura de querer ir? Te ves muy cansada.

Ella asiente, toma mi mano y deposita un beso en la palma.

—Sí, quiero salir contigo.

Y su respuesta también me hace sonreír, aunque dura poco. Su expresión adormilada cambia por preocupación.

»Tu nariz está sangrando.

—Mierda.

Ya siempre llevo conmigo un pañuelo negro, algo muy apropiado para la fama de «vampiro» que me he ganado por mi apariencia enferma. Presiono la tela contra mi fosa nasal y giro el rostro hacia el otro lado.

La melodía de AuricDonde viven las historias. Descúbrelo ahora