2. Ella es... extraña

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Los días pasaron y... las cosas no parecían ir de la mejor manera.

O al menos... no para Isaac.

Una sola palabra describía a Gabriela, y esa era: extraña.

Ella era extraña.

Sus comportamientos, sus gestos, su tono de voz al dirigirse a Isaac, los «accidentes» bajo la mesa: cuando rozaba o chocaba su rodilla contra la de él; los «deslices» de su mano sobre sus piernas, y otras veces casi cerca de su intimidad. Y la forma en la que solía mirarlo...

Era muy incómodo y aquello asustaba un poco a Isaac.

No había podido dejar de pensar en ello, y sentía que el cerebro se le estaba friendo de tanto que permanecía en su mente.

Era casi mediados de agosto y el calor poco a poco estaba dejando de ser tan abrumador. Aunque... el haber empezado a compartir el mismo techo con aquella jovencita no le generaba un cambio demasiado significativo, al contrario, lo intensificaba.

Un día, durante la tarde, Isaac se encontraba en su habitación recostado en la cama escuchando un poco de música para acompañar su lectura. Todo iba perfectamente bien, hasta que alguien se osó irrumpir.

Isaac pensó que hubiera preferido a cualquier otra persona, un ladrón si fuese posible, pero no ella.

¿Qué hacía en su habitación?

Y lo no menos importante, ¿por qué había entrado sin antes solicitarlo?

—Hola —susurró, alzando su mano y esbozando una pequeña sonrisa, para después cerrar la puerta nuevamente a sus espaldas.

Isaac quiso cuestionarla con qué era lo que ella hacía en su habitación, pero su boca no se lo permitió. Estaba tan sorprendido y con el corazón acelerado que sentía todas las articulaciones rígidas, justo como cada vez que ambos estaban en el mismo lugar.

—H-hola —le respondió Isaac, finalmente.

—Veo que te gusta mucho leer. —Gabriela comenzó a caminar, aproximándose hacia la cama de Isaac, para luego tomar asiento sobre esta. Él pasó saliva, removiéndose en su lugar.

—Sí —masculló Isaac.

Ella bajó la mirada y esbozó una pequeña sonrisa, pero con un extraño atisbo que Isaac describía como un «no sé qué», haciéndolo sentir todavía más tenso.

Una sonrisa que describía no solo sus maliciosas intenciones, sino que también estaba al tanto de las reacciones torpes de Isaac.

—He visto que lees estas... —Comenzó a merodear, moviendo su dedo índice en círculos en el aire, como tratando de encontrar las palabras que quería expresar— que tienen dibujos.

Isaac ensanchó los ojos y enarcó las cejas, entendiendo a la perfección lo que ella quería decirle.

—Historietas o cómics. Es lo mismo.

Ella asintió.

—¿Me las puedes mostrar?

Isaac asintió con un gesto de cabeza, relajándose al escuchar el tono de voz tan suave y sutil que Gabriela estaba utilizando para dirigirse a él.
Las buscó y, al encontrarlas, las tendió sobre la cama al frente de Gabriela. Ella tomó una historieta y comenzó a hojearla, aunque no parecía agarrarle el ritmo.
Isaac soltó una pequeña risita y decidió ir en busca de más para explicarle que eran meras historias y que tenían varios tomos, y también le comentó lo mucho que le gustaba leerlas. Ella parecía maravillada con la lectura y terminó entreteniéndose más de lo que creyó.

ELIJAH © (Parte I y II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora