15. ¿Por qué no pude tener un mejor cuerpo?

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El regreso a casa había sido terrible para Isaac. No dejaba de pensar en cómo le explicaría su estado a su padre, puesto que tenía que presentarse al trabajo pronto.

Su padre lo vería y...

Dios Santo, no quería ni imaginarse la reprimenda.

Al llegar a casa, caminó a paso apresurado hacia su habitación. Cuando llegó, botó la mochila sobre la silla giratoria frente a su escritorio y, con una pesadez en las piernas, se adentró en el baño para tomar una ducha.
El agua cayendo por su cuerpo desnudo lo embriagaba en una frescura inigualable. Apoyó ambas manos sobre los azulejos de la pared, cerrando los ojos y suspirando. El agua fría se sentía increíble en su cuerpo e ignoró totalmente las sensaciones negativas presentes. Trató de relajarse, tenía que hacerlo.

Una vez que terminó de asearse, tomó una toalla y la colocó alrededor de su cintura, para después apoyar sus manos sobre el lavamanos y mirarse al espejo. Estaba pálido, y su palidez no le ayudaba en nada más que en resaltar aquella prominente cortada en su labio inferior y una nariz algo hinchada y rosada. Se quejó por lo bajo, pensando en que sí, se veía solamente rosado e hinchado, pero a la mañana siguiente tendría un moretón verdoso que poco a poco se convertiría en uno azul o púrpura y eso todavía se vería peor.

Su padre se enfadaría, y eso significaba una segunda paliza.

No quería. Por Dios Santo que no quería.

Resignado, salió del baño y sacó uno de los cuantos trajes que tenía en el armario. Se terminó de vestir, y se arregló el pelo para verse un poco más presentable ya que su padre odiaba su largo y alborotado cabello. Siempre le decía que optara por un corte distinto que lo dejara ver elegante, con un porte decente, pero Isaac no quería.
Se peinó el cabello, echándoselo hacia atrás de los costados y dejándose la frente ligeramente al descubierto.

Isaac no lo sabía, además de que tampoco le importaba mucho, pero... Se veía malditamente atractivo cuando se arreglaba el cabello de aquella forma (palabras dichas por la mismísima Gabriela).

Isaac tomó su móvil y miró la hora en pantalla. Derek no tardaba en llegar por él para llevarlo a la oficina. Suspiró y, tras guardar su móvil en la bolsa delantera de su pantalón, salió de su habitación y comenzó a caminar rumbo a la sala, en donde terminó topándose con Gabriela subiendo las escaleras mientras él las bajaba.
Ella se detuvo, sosteniendo aquel tazón con un montón de fruta, yogurt natural y frutos secos encima. Lo miró atenta, barriéndolo con la mirada sin descaro alguno.

—¿Ya te vas? —soltó ella en un susurro, aprisionándose suavemente el labio inferior con los dientes.

Isaac tragó saliva, nervioso; y es que le encantaba, lo enloquecía que Gabriela se mordiera el labio de aquella manera tan coqueta. Sus ojos lo estaban devorando, impacientes. Él se llevó la mano al cuello de su camisa, para después aflojar un poco la corbata al sentirse extrañamente sofocado y acalorado de un momento a otro.

—T-tengo que ir a la oficina —explicó—. E-eso ya lo sabes.

Gabriela lo miró, maravillada ante el titubeo de Isaac y dio un paso hacia delante, después otro y otro, hasta que quedó firmemente de pie frente a él, justo un escalón por debajo. Ella miró hacia arriba, todavía sosteniendo aquel tazón en sus manos y esbozó una pequeña sonrisa coqueta, dejando ver sus bonitos dientes.

—¿Tienes idea de lo cachonda que me pone verte así, Isaac?

Gabriela se atrevió a decir aquello, barriéndolo con la mirada de pies a cabeza, haciendo claramente referencia a un Isaac portando un traje que lo hacía ver tan sofisticado; un hombre representando un porte completamente ajeno a lo que solía ver día a día.
A Gabriela le encantaba verlo de aquella forma y no podía evitar imaginar un montón de cosas, y unas tan lascivas. Le fascinaba dejarse envolver por lo que su mente podía crear en solo cuestión de segundos al verse expuesta ante la más mínima fuente de estímulo.

ELIJAH © (Parte I y II)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora