Febrero, 1998
Las cosas en aquella estancia religiosa parecían marchar bien, o al menos solo hasta un momento.
Danielle era una niña muy dulce, tierna y educada. Siempre hablaba con respeto y era amable con todos.
A pesar de que la comida le disgustaba en su mayoría, siempre la aceptaba con una enorme sonrisa.
Solía tratar de jugar con otros niños y niñas pero, lastimosamente, había jovencitos que la menospreciaban por venir de una familia "adinerada", rumor —o más bien, hecho— que se esparció desde su llegada. La mayoría de los jovencitos eran huérfanos o provenían de familias disfuncionales; incluso, existía un ala que se utilizaba como reformatorio para niños con problemas.El constante rechazo la llevó a distanciarse, y comenzó a convertirse en una niña aislada, carente de ánimo, siempre callada y cabizbaja. Al verse inmersa en su soledad, empezó a frecuentar los columpios oxidados y abandonados de la parte trasera del orfanato —a la que casi nadie iba—. Miraba al suelo mientras movía sus piernas para darse más impulso y, de vez en cuando, miraba al cielo, pensando que su madre la veía desde allá arriba.
Durante las clases a veces hablaban de esos temas y ella no podía evitar pensar que su madre, de alguna forma, la cuidaba desde el cielo.
Sonrió y siguió balanceándose.
Lo que ella no sabía era que había un hombre. Un hombre que siempre parecía observarla desde las sombras, desde la oscuridad, desde el más mínimo rincón pasando desapercibido.
Aquel hombre solía mirarla, solía barrerla con los ojos de los pies a la cabeza; cada gesto, cada movimiento, cada sonrisa. Todo. Absolutamente todo.
Hasta que un día, mirándola desde lo lejos mientras ella se mecía en aquellos columpios, decidió acercarse y tomar asiento a la par suya.—¿Por qué tan cabizbaja, pequeña?
Le preguntó con voz suave, mientras también se sentaba en un columpio y comenzaba a moverse despacio.
Danielle no respondió y solo siguió impulsándose. Aquello molestó al hombre, haciéndole pensar que acercarse no sería una tarea fácil.
—¿Los niños no quieren jugar contigo?
Y entonces Danielle, por primera vez, alzó la cabeza y dejó de impulsarse, dejándose mover solamente por la fuerza ejercida con anterioridad.
—¿Ha sido difícil hacer amigos?
Danielle se giró y lo miró, y el columpio comenzó a perder fuerza en su balanceo.
—Sí —soltó ella en un mascullo.
—Seamos amigos —sugirió aquel hombre, mostrándose ahora animado y sonriente, lo que le transmitió una suave calidez a Danielle, puesto que desde su llegada nadie la había tratado con tanta amabilidad. Él le extendió la mano, y ella solo lo miró, insegura.
Alternó sus ojos de la mano a la cara de él y así sucesivamente, hasta que por fin la tomó y después de que él le regalara una sonrisa, siguió balanceándose en el columpio y Danielle lo imitó.De pronto, se convirtió en una batalla de quién se mecía con más fuerza y más rápido. Luego de un largo rato teñido de risas y diversión, Danielle quedó derrotada.
Aquel hombre sacó una pequeña envoltura de un color plateado con forma rectangular y comenzó desenvolverlo, cortó un pedacito y lo llevó a su boca, para luego regresarlo a su bolsillo. Danielle lo miró, curiosa de saber qué era aquello que masticaba. Él se percató de eso y, tras mirarla de soslayo, fingiendo indiferencia, se volvió a ella y le sonrió.
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ELIJAH © (Parte I y II)
Teen FictionUna repentina adopción. Una familia misteriosa. Un joven con un devastador padecimiento. Mentiras, engaños y muchos secretos... "Dos desconocidos" con un futuro condenado por el pasado. ¿Preparado/a para hacerle frente a los Müller? 🤭 ¡Bienvenido/a...