21. David Jones

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21. David Jones

Harley

2027

18 años

Uno de los errores que cometemos los estudiantes de psicología es escoger esta carrera a pesar de que nosotros necesitamos a un profesional, pero las ganas de ayudar a otros y de poder autoayudarnos a nosotros mismos nos ciega.

Estaba en el metro de camino a mi primer día en la universidad. Estaba atestado de gente, pero por suerte pude escuchar música con los auriculares para aislarme en mi burbuja.

Llegué a mi parada muy rápido, al bajar algunos chicos me miraron de arriba abajo, esto obviamente me incomodó. El día era soleado, así que iba perfecto con mi atuendo que consistía en una falda de cuadros con tonalidades marrones junto a un top de tirantes de color marrón.

La música se paró por un segundo, para dejarme escuchar una notificación, lo encendí y tenía un mensaje de Tina, la secretaria de mi antiguo instituto, el último día le di mi teléfono junto a una clase rápida de como utilizarlo, desde que lo descubrió mi móvil está a petar. Con una sonrisa dibujada en mi cara leí el mensaje.

Tina: Hola cielo, ¿hoy es tu primer día de universidad?

Harley: Sí, ahora voy de camino, luego te escribo y te cuento. Cuídate.

Acto seguido apagué el teléfono, mentiría si dijera que estoy tranquila.

El edificio que tenía enfrente de mis narices era muy bonito, al estilo antiguo, me recordó a Harry Potter, aunque no era muy fan de la franquicia.

La primera clase pasó volando, al igual que todas las demás, aunque sabía que lo fuerte vendría a partir de mañana, puesto que hoy solo presentaban a los profesores y las materias.

Revisé mi teléfono por novena vez en el camino hacia casa, entonces el móvil se deslizó por mi mano debido a que alguien se tropezó con mi persona.

—Perdona —dijo una voz grave, totalmente desconocida.

Levanté la vista hacia ese chico que me sujetaba por los antebrazos para evitar mi caída. Era de cabello pelirrojo rizado, sus ojos azules penetraban los míos, su nariz chata junto a su mandíbula marcada hacían de su perfil uno perfecto, como el de un modelo.

—¿Estás bien? —volvió a hablar.

No tartamudees, no tartamudees.

—Sí, sí, estoy... Bien, eso, estoy bien.

Hay gente ridícula, después estás tú.

Conciencia, cierra el pico.

—Bien —sonrió, y madre mía, pareció la típica escena cliché donde te deslumbra con la sonrisa blanca y perfecta, solo que en la vida real no hubo efectos especiales, solo mi pulso acelerado, y mis mejillas teñidas de un color carmesí muy ridículo.

De un momento a otro nos encontramos en un duelo de miradas, o así quería llamar a esto de mantener el contacto visual, directo y a su vez adictivo.

—Bueno... —necesitaba acabar con este silencio. Con la mano señalé vagamente mi camino —Yo, debería seguir hacia donde iba antes de que anochezca.

—Oh, ¿vas por ahí? —asentí —que bien, yo también.

Genial. Pensé sarcásticamente, no había nada que me apeteciera más que andar con un extraño, no lo conocía, ¿y si me secuestraba? No es por ser exagerada, pero podría pasar.

Los hilos que nos unenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora