Capítulo 29: La golpiza

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La pizza intacta vio la luz a la mañana siguiente, cuando Dylan abrió la caja para sacar un par de trozos, los que metió al horno

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La pizza intacta vio la luz a la mañana siguiente, cuando Dylan abrió la caja para sacar un par de trozos, los que metió al horno. Luego retornó al segundo piso para despertar a la chica.

—Vamos a desayunar. Estoy calentando la pizza y preparé café —mencionó sentado al borde de la cama.

—¿Hace cuánto estás despierto? —Pegó su espalda al respaldo. Refregó sus párpados y observó que el cabello de su compañero estaba húmedo. Le corrió un mechón de su frente antes de agregar—: No me esperaste para bañarnos juntos.

—No te quise despertar. —Fue hasta la puerta—. Apresúrate, estoy hambriento.

Con una sonrisa, ella le prometió que tomaría una breve ducha antes de bajar.

Ya en el primer piso y sentada en el comedor, estiró su brazo para tomar otro trozo de pizza, el tercero. En ese instante, se percató que su compañero la miraba de forma divertida, como si él hubiera hecho alguna broma y estuviese esperando el desenlace.

—¿Tengo algo en la cara? —preguntó de forma impaciente y él rápidamente negó con la cabeza—. ¿Entonces?

—Encontré tu otra sorpresa.

Ella arqueó una ceja y le entregó una incrédula expresión. Era imposible que él hubiese encontrado el disfraz erótico de oficial de policía, ella lo había escondido muy bien en su cuarto.

—De repente me dieron ganas de confesar todos mis crímenes —mencionó él.

Connie se sonrojó de forma abrupta. Soltó su pedazo de pizza y cubrió su rostro con ambas manos. Después de unos segundos se descubrió la cara y notó que todavía la observaban de forma divertida.

—No debías de encontrar eso. Ahora debes crees que estoy loca.

—No, en lo absoluto. Sólo tengo curiosidad. ¿De dónde sacaste la idea o qué tienes pensado exactamente?

—Pensé que te gustaría verme vestida así. —Bajó la mirada a su plato—. Además, sería la excusa perfecta para poder esposarte a la cama.

—¿Es esa tu fantasía? —Le sonrió con gracia.

Ella se sonrojó nuevamente.

—Al fin la conozco —sentenció él.

—Creo que ni yo sabía que esa era mi fantasía.

Dylan la observó fascinado, como si estuviera presenciando la aparición de un ser mitológico.

—Deberíamos volver a tu pieza entonces —propuso él.

—¿Tú crees? Estamos a mitad del desayuno.

—Yo ya terminé.

—E-e-es muy pronto —tartamudeó y le siguió una risa nerviosa—. Podemos dejarlo para después.

Entre Canciones - #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora