Capítulo 26: Quinto (Parte I)

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Abrió los ojos y se percató que la luz matutina entraba con intensidad por la ventana

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Abrió los ojos y se percató que la luz matutina entraba con intensidad por la ventana. Se giró hacia su derecha e intentó volver a dormir. Sintió luego el cálido cuerpo de su compañero por detrás y una sonrisa traviesa se formó en su rostro al sentir la mano de él, abriéndose paso por debajo de su camiseta hasta alcanzar uno de sus senos. Ya no quería seguir durmiendo, y al parecer su compañero tampoco. Se giró para buscar sus labios y entregarle un ardiente beso.

Dylan se posó sobre ella e intentó quitarle la camiseta, a lo que Connie le ordenó que se detuviera.

—¿Qué estás ocultando?

—O lo hacemos como digo o no lo hacemos —protestó ella después de apartarlo de encima.

El rubio la miró en silencio. Reconoció esa actitud y prefirió pausar la situación.

—Iré a preparar el desayuno.

Connie se colocó un pantalón y bajó hasta la cocina con la intención de prepararle algo sabroso a su visita.

Escuchó de repente que el rubio la llamó a sus espaldas.

—¿Quieres jugo o café con tus panqueques? —preguntó ella en voz alta, con la mirada fija en la mezcla que estaba revolviendo.

Vio de reojo que el rubio se colocó a su lado y sintió su mano posarse sobre su muñeca derecha.

—Déjame ver.

La respiración de Connie se aceleró. Levantó su rostro para observar al chico a los ojos. Negó con la cabeza.

—¿Qué estás ocultando?

—No es nada importante. No insistas. —Se hizo a un lado.

—¿Son marcas de agujas?

Ella le entregó una confusa expresión.

—Si te sacas la camiseta eso es lo que veré, ¿cierto? Marcas de agujas y moretones —mencionó él.

—No... No es eso. —Bajó la mirada.

—¿Entonces?

Ella suspiró.

—Déjame ver —insistió él tomándole la muñeca con delicadeza.

Connie se sintió en una encrucijada. No quería ser juzgada, a su vez, sabía que ya no podía ocultarlo más.

Liberó sus pulgares de los puños de su prenda y lentamente comenzó a levantar las mangas. Las levantó lo que más pudo, dejando en evidencia sus recientes marcas y las cicatrices que los primeros cortes dejaron en su piel.

Dylan observó sus antebrazos en completo silencio. Miró los ojos de la chica por un instante y luego los volvió a enfocar en los brazos de ella. No pudo evitar mostrarse aterrado por lo que sus ojos presenciaban.

—Di algo —lo incitó ella. El silencio se comenzó a sentir como una bomba de tiempo—. Di algo, por favor... Lo que sea.

—¿Tú misma te hiciste eso?

Entre Canciones - #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora