Connie es una adolescente de quince años que está buscando ordenar su vida tras una ruptura amorosa. Con su fiel compañero, un reproductor de mp3, ella comprenderá que el poder de las canciones es singular.
Una canción puede recordarte a alguien o t...
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Al volver a casa de la escuela, Connie se encontró con sus padres en la sala. Ambos la estaban esperando. Al principio, sus ojos se iluminaron en alegría al ver a su padre ahí, porque hace casi dos semanas que él se había ido de casa y no lo veía desde entonces. Sin embargo, rápidamente su alegría se transformó en sospecha.
—¿Qué ocurre? —preguntó con sus sentidos en alerta.
—Siéntate, por favor. Tenemos que conversar.
Connie obedeció a su padre, quien se encontraba de pie a un costado del gran sofá blanco. Rebecca estaba en el otro extremo, sentada en otro sillón y con un vaso de whisky en su mano, en pijama y desarreglada.
—Antes que todo, quiero que sepas que te amamos y que siempre fuiste y serás lo mejor que nos ha pasado en nuestras vidas —mencionó John con voz calmada.
La muchacha sintió su temperatura descender al intuir que, lo que fuera que estuviese pasando, tenía que ver con ella.
—Esto no es fácil para mí, hija. —John se acercó a ella para acariciarle la cabeza de una manera tierna—. Me encantaría llevarte conmigo, pero debes terminar la escuela primero. Además, acá tienes tus amistades y el cambio sería difícil para ti.
—¿Te irás de la casa? —Se apresuró Connie.
—No lo veas como un abandono, por favor. Medité mucho esto y creo que es lo mejor para todos.
—Ya díselo de una buena vez —reclamó Rebecca en un tono desagradable antes de beber otro poco de su trago.
John gruñó para sus adentros por aquella interrupción con tanta falta de sensibilidad.
—Como decía —continuó él—, acepté una nueva y gran oportunidad de trabajo, lo cual me tiene muy motivado. Es con lo que he soñado durante toda mi carrera... Pero es en Suecia.
Los ojos de la joven reflejaron temor.
—Tengo varias cosas que resolver allá, por lo que viajaré en tres días más —agregó John.
—No puedes dejarme aquí. ¡Te necesito! —Connie se levantó.
—Escúchame. Después, con mucho gusto te recibo allá, pero por ahora es mejor así. Yo sé que lo entenderás.
—Pero...
John se acercó a la oreja de su hija y le susurró que bajo su almohada le dejó un sobre con dinero.
Connie lo observó con ojos tristes. Ella no necesitaba dinero, lo necesitaba a él cerca. Su padre no podía marcharse tan lejos y dejarla sola con su mamá. ¡No! Él tenía que separarse, comprar otra casa en esa misma ciudad y pedirle que viva con él. ¡Eso era lo que él tenía que hacer!, reclamó para sus adentros porque estaba tan anonadada con la noticia que no pudo decir ninguna palabra más.
—Por favor, siéntate —pidió John—. Hay algo más que quiero que sepas.