Capítulo 1

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El enano de las preguntas raras

Hazel

Yo soy alguien muy impuntual, y lo admito sin ningún problema, porque lo soy. Llego tarde a todos lados. De hecho, ahora mismo voy tarde a clases... de nuevo. Pero no es mi culpa de que la trama del libro se haya puesto buena justo cuando era mi hora de dormir.

En mi defensa los enemies se volvieron lovers.

—Bien señorita Lewis, dígame, ¿que brillante escusa tiene para mi hoy?
—El profesor me observa con los brazos cruzados, y además el ceño fruncido, dándome a entender de que está enojado.

—Mi perro se comió el auto, y por eso llegue tarde —sonrio, cuando reveló mi brillante escusa.

Toda la clase se comienza a reír con fuerzas, haciendo que el profesor se voltee a verlos enojaron, indicándoles con la mirada de que se callen. 

—Usted no tiene perro señorita —se vuelve hacia mí con el ceño fruncido.

—¿Como lo sabe? —alzó una ceja. —¿Acaso me ha estado investigando, profe? La verdad es que no esperaba que usted fuera de esos... 

—Hazel, literalmente hace más o menos dos semanas hiciste una presentación, y el título era: "razones por las cuales odio a los perros y jamás tendré uno"

Uy, no había pensado en eso.

—Pero profe, dejeme pasar a la clase y todos felices. Le prometo que no va a volver a pasar nunca más —junto mis manos en forma de suplica.

—Si no me dijeras eso absolutamente todas las clases lo mismo, te dejaría pasar sin problemas, pero Hazel, usted llega tarde a cada una de mis clases.

—Pero ahora si es de verdad, no va a volver a pasar nunca, se lo juro.

—Lo siento, pero no la puedo dejar pasar. Tenga un lindo día —me cierra la puerta en la cara, dejándome afuera de la sala de clases.

Igual ni quería entrar.

Suelto un suspiro, con cierta molestia. Giro mi cuerpo para  poder comenzar a caminar por el largo pasillo, que se encuentra totalmente vacío.

Tiene que ser una maldita broma. Ese profesor —del cual no me se el nombre—, siempre me deja pasar a todas sus clases, porque lo comienzo con mis impecables y mega creíbles escusas.

Y pensar que me caía bien. 

Continuo caminando por el pasillo, buscando alto mejor que hacer, porque mis dos mejores amigos —Theo y Saúl—, se encuentran en la clase, a la cual no me dejaron entrar, así que no tengo nada más que hacer, hasta que ellos salgan.

—Oye tú —escucho una voz detrás mio—, la alta. 

Cuando me volteo veo un chico morenito, ojos verdes, y con rizos, muy mal definidos, parado mirándome fijamente.

Es pequeño, y su voz es muy aguda, así que no debe pasar los trece años.

—¿Que quieres? —pregunto sin ganas.

Lo que menos quiero ahora es hablar con un adolescente puberto y hormonal.

—¿Te sacaron de clase? —ignora mi pregunta.

—No, simplemente no me dejaron entrar.

—Ah, bueno, a mi también no me dejaron entrar.

—Genial —me volteo para seguir caminando, pero el chico en un movimiento rápido se coloca al frente mio.

Estamos destinadas a perder | Estamos destinadas a ganar Donde viven las historias. Descúbrelo ahora