XXVI. Recaída tardía.

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Cuatro meses. 

Estamos cerca de cumplir cuatro meses desde el día que perdí mi empleo formal y tomé la oferta de Byul, de hacerle compañía. 

Cada día que pasa me sigo negando a quedarme aquí por mucho tiempo, pero no puedo negar la realidad, al final del día soy una persona que no tiene nada de experiencia laboral en arquitectura y que no concluyó la carrera de enfermería. 
Es muy improbable conseguir un empleo donde me paguen lo que ella ya hace.
He estado ahorrando una buena parte de esos ingresos, pero no podría darme una vida tranquila con ello si no consigo otro empleo y tampoco quiero tocar la cuenta de ahorros a nombre de mi hijo. ¿Qué debería hacer? Me lo pregunto cada mañana cuando vengo camino a su casa, cómo hoy. 

Luego de dejar a Beck en el jardín de niños, como diario desde hace algunos meses, voy camino a casa de Moon, pero mi mente me acosa con tantos señalamientos que dicen “fracasada” que me siento fatigada, incluso si todavía no son ni las 8:30 A.M.

Al llegar a su casa toco el timbre pero no obtengo respuesta. 
Dejo pasar unos instantes y toco nuevamente, obteniendo la misma respuesta. 
¿Por qué? Zach es quien lleva a Emily, ¿por qué no está Byul? ¿A dónde fue? 

El recuerdo de Zachary desconfiando de Moon me alcanza y siento algo raro. ¿Es capaz de verse con alguien más? ¿Qué podrías hacer con alguien en un lapso no mayor a 15 minutos? Poco. Muy poco. 
¿Por qué no está aquí?
Saco mi teléfono de bolsillo y marco a su número, que da tono dos veces y luego la pantalla se ilumina “llamada rechazada”.

Escribo un mensaje, una mueca en mi cara se refleja sobre mi pantalla entre mis tecleos: “Estoy afuera de tu casa”. 

Mando el mensaje y pienso que quizá podría rodear la casa, quizá está en la parte trasera. 
Doy algunos pasos ante de rodear y escucho la puerta abrirse, al asomarme veo a Moon arreglada:

— ¿Por qué no abrías?
— ¿Te preocupé?
— No. Sólo tengo frío. 
— Pasa. 

Entro a su casa y me quito el abrigo por instinto. 

— No me parece que tengas mucho frío. Entonces, ¿por qué la urgencia de que abriera? 
— No quería estar afuera, es todo.
— Haré como que te creo. 
— Estoy demasiado fatigada como para esto, detente ahora.

Mira su reloj y luego a mí. 

— No son ni las nueve. 
— ¿Por qué la posición de los astros determinaría algo?
— Tu ganas. ¿Ya desayunaste?
— Sí, temprano. 
— ¿No quieres algo más?
— No.
— Bueno, yo apenas voy a hacerlo. 
— ¿Apenas? Te arreglaste primero, o sea que vas a salir, ¿ya te vas?
— Me gustaría decirte que “nos vamos”, pero sí, solo yo me voy. 
— ¿A dónde?
— Tengo que ir a la universidad, me pidieron ir a dar una ponencia de mi último artículo, parece que les gustó bastante. 
— ¿Fue el último que hiciste?
— Ese mismo. —se pone los lentes y no puedo evitar pensar que se ve hermosa— Espero que me vaya bien. 
— Pero no te vi preparar nada. 
— No, ayer hice una diapositiva rápida, sólo es hablar de lo que ya sé. 
— ¿Hace cuánto te avisaron que darías esa plática? 
— Dos semanas. 
— ¿Y no preparaste nada? Eres un caso perdido. 
— Que se preparen los que usaron una inteligencia artificial para sus artículos, —acomoda el cuello de su camisa después de ponerse el abrigo— yo no tengo necesidad. 
— Pues más te vale que te vaya bien. 
— Oh, —me mira sorprendida y con una sonrisa— una madre coreana. A la orden, su majestad. Me irá bien, —su mano se pone sobre mi cintura— ya lo verás. 

Quiero que me suelte pero no siento poder pedirle que lo haga. 
Nos miramos un instante:

— Tengo que desayunar rápido y después me voy. 
— De acuerdo. 
— ¿Sun? 
— ¿Qué?
— ¿Crees que me puedas hacer un desayuno? Por favor. 

Sobreviviendo al olvido Donde viven las historias. Descúbrelo ahora