VI. Heridas del pasado.

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Mi paciencia toca más allá de su límite y antes de arrepentirme de hacer algo por impulso prefiero hablar para acabar con esto ya: 

— ¡Basta! Por si aún no te das cuenta estás en un evento infantil y este día es el único importante para mi hijo en todo el año. —aunque mis piernas están temblando tomo valor para hacerla retroceder como ella hizo conmigo un par de diálogos antes— Si no estás dispuesta a tolerar las condiciones y circunstancias en las que nos encontramos puedes retirarte. 
— Desconozco las "circunstancias".
— Que tu y yo no somos nada, no seremos nada y que estamos frente a niños, así que debes comportarte como una adulta madura por primera vez en tu vida y dejar de enseñarles cosas indebidas. Un escenario como este podría resultar en un trauma para ellos. ¡Cómo sea! No reabriré heridas del pasado.
— ¿Quieres que me vaya? Beck sería el primero en sufrir mi ausencia, porque me llevaría conmigo a su mejor amiga. 
— Eres una abusiva. —aprieto mis dientes— Como siempre, una vil oportunista. 
— No te voy a permitir que me hables así. ¿Lo ves? Los papeles se invirtieron. Aunque piensas que tienes autoridad debes saber qué…
— Ya fue suficiente. No toleraré más tus humillaciones, ya lo hice antes y me prometí jamás volver a aceptarlo de tu parte. Retírate, por favor. 
— Ya te lo dije…
— Vete. Y llévate a tu hija. Ni a mí ni a Beck nos vas a condicionar a nada. Él y yo nacimos solos y nos iremos igual, no necesitamos de nadie. 
— Como quieras. —esta vez retrocede— que falta de modales interrumpir a alguien solo por decir cosas que no te gustan. Me habla de tu inmadurez. 

Se da la vuelta y sale con su espalda completamente erguida. 
Tengo ganas de llorar de enojo y ahora debo pensar en cómo explicarle a Beck que Emily debe irse. 
Me siento para meditar un segundo. Necesito claridad en mi mente y tratar de entender por qué está pasando todo esto justo hoy. 

Retengo mis ganas de llorar, limpio mis manos con el trapo de cocina y al salir al patio veo que Byul está de rodillas hablando con Emily, quién asiente y caminan juntas a la salida. 

Me acerco a mi hijo:

— ¿Emily te ha dicho algo? 
— No, mamá. Sólo vino la Sra. Moon y se la llevó. 
— Ya veo. —miro hacia la puerta y salen de la mano, luego la puerta se cierra— Parece que tenían cosas que hacer, algo así como un estudio médico. Pero ellas están bien, es rutina. 
— ¿Entonces volverán?
— No lo creo, amor. 

Sus ojos se cristalizan y mi corazón se quiebra. Decido ser valiente y lo cargo entre mis brazos. 

— ¿Quieres que partamos el pastel? 
— ¡Sí! 
— Vamos. —lo llevo cargando hasta la mesa donde están los dulces y el pastel, debo ser fuerte y evitar que mi voz se escuche débil por el altercado, sí quiero llorar pero no puedo hacerlo. Me preparo y alzo más la voz— Gracias a todos por su asistencia. Sé qué quizá algunos deban reponer tiempo en trabajo, sacrificar días de descanso u horas adicionales y entiendo perfectamente ese sentimiento y responsabilidad, así que de corazón agradezco que hayan decidido hacer felices a sus hijos al traerlos y sobre todo, a mi hijo, pues sin sus niños esta fiesta no sería la misma. 
Acérquese, partiremos el pastel. 

Todos se acercan rápidamente y los niños se amontonan alrededor de la mesa mirando con asombro el pastel. 
Le doy a Beck el cuchillo y tomo su mano en la mía para guiarlo a hacer el primer corte para luego encargarme sola.
Antes de bajar el filo, el timbre suena, haciéndonos voltear a todos los adultos. 
Alguien cercano a la puerta la señala, preguntando si debería abrirla. 
Asiento y entra Zachary con Emily de la mano. 
Beck no puede ocultar su felicidad y grita: ¡Sí! 

De menos no ha roto el pequeño corazón de mi amado. 
Un alivio interno me ataca al ver que volvieron ya sin Moon. Ojalá así sea de ahora en adelante. Que ya no venga más Moon, como antes de ayer.

Sobreviviendo al olvido Donde viven las historias. Descúbrelo ahora