VII. Hartazgo social.

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Lo peor de este tipo de eventos no es tener que interactuar con tantas  personas y mantener paciencia, sino que al final eres la única que se queda recogiendo, y eso es un asco. 
Además del gasto de renta, de comida y accesorios, cansancio y desvelo, también debes hacerte cargo de todo lo demás.
Parece que a esta gente nadie les enseñó en donde se deja la basura y que no debe quedarse sobre la mesa, te sorprendería la cantidad de adultos así.
La mesa dónde estaba Byul tiene algo encima, ¿también dejó basura? Lo veo poco probable. Moon puede ser una idiota, pero no es una persona sucia. 

Intrigada me acerco a la mesa y veo que cuando dijo que tenía un regalo adicional no estaba jodiendome y tampoco se fue sin dejarlo, supongo que antes de marcharse fue que lo dejó, agradezco que nadie haya llevado el paquete a la mesa de regalos de mi hijo, aunque eso era pedir un imposible, no pudieron levantar sus vasos, mucho menos moverían algo más. 

No me interesa tenerlo, pero si Beck lo ve, pensará de inmediato que es para él, así que debo llevármelo, después me desharé de él. 
Ni siquiera lo abriré.
Lo pongo sobre la bolsa de basura que tengo en la mano para no levantar sospecha y recojo un par de cosas más. Beck ya está casi dormido, quisiera ser él en este momento, pero a mi me toca la parte que se preocupa y debe apurarse todavía más, aquí no es Corea y no vivimos en una zona linda de la ciudad como para estar tardando más tiempo de lo debido. 

— Estás por terminar. ¿Cómo estuvo tu evento? —pregunta entrando al salón la dueña del lugar.
— Sacudido. Me hubiera gustado que no hubieran llegado ciertos invitados pero al final todo salió bien. 
— Te ves divina aún con el cansancio encima. ¿Con qué te ayudo?
— Podría quitar la lona y los adornos de globos, me ayudaría mucho. 
— ¿Ya te tomaste fotos ahí?
— No. —digo con obviedad. 
— ¿Y qué esperas? Anda, yo te tomaré la fotografía. 
— Pero mi hijo está dormido. 
— ¿Y qué tiene? Es una fotografía de ti y para ti. Él no se enojará, anda, acércate a ahí. 

Sonriendo con cansancio me acerco a la lona, antes de presionar su pantalla habla otra vez:

— ¡Querida esta es la mejor edad para disfrutar de tu vida y de tu hijo, nunca volverás a estar en los 30 y él dejará de pedir temática de cumpleaños, sonríe!

Sonrío no por lo que dijo, sino que me indigna saber que estoy por tener 40 pero lo dijo con gracia, así que quiero reír. 
Ella sabe de lo que habla, es más grande que yo.
La veo tomar la foto:

— Divina. Ahora si me apuro a quitar la lona. 

Apago la pantalla y me apresuro a acabar con las labores pendientes, el sol está por descender y debo acabar antes de la puesta. 
En tiempo récord y con esfuerzo sobrenatural termino con las labores, guardo todo el bolsas que llevaré a casa y debo hacer algo que no quiero pero es necesario. 

— Beck, despierta.—ni siquiera se mueve— hijo es hora de irnos y no puedo cargarte, tengo muchas cosas que llevar. Arriba. 

Tomo su brazo y lo pongo en pie de un movimiento. 
Él se despierta y aturdido empieza a llorar:

— Beck, mírame. La vida es mucho más complicada que esto. Tus lágrimas no deben salir en escenarios como este. Eres un Kim, el mundo nunca debe verte ser débil y el mundo comienza por ti. Vámonos. 

Me siento demasiado fastidiada como para tratar con un berrinche, esto cae en las cercanías del hartazgo.
Él limpia sus ojos, me aterra que comience la etapa donde se rebele y quiera responderme. No quiero golpearlo, odio la violencia que ejercen abusivamente algunos padres sobre sus hijos, pero si pasa eso no sé qué haré. No sé cómo se supone que debería manejar una situación donde no estemos de acuerdo en algo. 
No creo estar siendo dura con él, lo estoy preparando para el mundo real, además, incluso en su educación, él está teniendo muchos beneficios y privilegios que yo hubiera amado tener. 

Luego de despedirnos y tomar todas las bolsas correspondientes, algunas con comida, dulces, basura y los regalos, Beck y yo nos apresuramos a llegar a casa:

— ¿Y cómo la pasaste?

Aunque en su rostro hay enojo, no se atreve a refunfuñar. 

— Bien, pero no me gustó el pastel.
— ¿No te gustó el modelo o el sabor? 
— El sabor. Tenía mucho chantilly y eso no me gusta. 
— ¿Te gustaría que abramos los regalos al llegar a casa? 
— ¡Sí! ¡Ya quiero verlos todos!
— Entonces vamos a correr, ¿listo? —mis pies suplican por descanso pero para ello debemos llegar a casa y es tarde.

En una carrera que sólo ha sido divertida para él, llegamos a nuestro hogar cuando empezó a oscurecer. Para mi más grande suerte el depravado de la ventana no estaba asomándose hoy que no tenía mis manos disponibles.

— Abre la puerta, por favor. 

Entrego las llaves en sus manos y él hábilmente abre el cerrojo. Entra corriendo a la sala de estar y deja las bolsas en el piso, corre a mi encuentro:

— Quiero abrir los regalos. 
— Esas bolsas están mal puestas. Ponlas sobre la mesa. 
— ¡Mamá!
— Hazlo. 

Regresa a la sala y pone las bolas sobre la mesa de la cocina. Extiendo la bolsa de regalos:

— ¿Y las llaves?
— No sé. 
— ¿Dónde las pusiste? No tenemos otro juego de llaves. 

Intenta quitarme la bolsa, provocando mi irritación, en días así mi paciencia está mucho más allá del límite. 

— No te la daré hasta que me regreses las llaves.—otra vez veo enojo en sus ojos y esta vez se cruza de brazos— Dame las llaves, no tengo otras. 
— Yo siempre estoy en casa, puedo abrir. 
— ¿A las 6:00 a.m?
— Mamá quiero ver mis regalos. 
— Y lo harás cuando me entregues las llaves. 

Dando pisadas más fuertes regresa a la cocina y lo escucho mover algunas cosas pero no hay sonido de llaves. 

Cierro la puerta y al bajar las bolsas el regalo que Byul dejó antes de irse se asoma por la bolsa, una caja con un forro color rojo quemado y nada más. 
Me apresuro a quitar el papel que lo envuelve y deja al descubierto una caja de madera, lo que me intriga más. Me apresuro a dejar la caja en la parte más alta del estante y de inmediato Beck vuelve a mí agitando el juego de llaves:

— Aquí están. 
— ¿Dónde estaban?
— Bajo la bolsa de la comida. 
— Gracias, hijo. Debes ser más cuidadoso. Abre tus regalos, yo te estaré observando. 

Su rostro cambia y ahora vuelve a verse feliz, toma una bolsa pequeña y la abre, encontrando un paquete de marcadores y un pizarrón blanco del tamaño de una hoja de cuaderno a corte francés. Si que es pequeñísimo eso.
Sin tanto interés lo deja de lado y saca otra bolsa. 
Antes de ver otro descontento en él, busco una canasta donde usualmente se pone la ropa limpia y la pongo a su lado:

— Todos tus regalos los pondrás aquí, luego los pondremos en tu habitación, ¿de acuerdo?
— Sí. 

Abre la bolsa que llevó Edward, es imposible olvidar la imagen mental. 
Saca el par de calcetines y muestra disconformidad, ignora el paquete de calcetines nuevos y los pone dentro de la cesta, tomando otra bolsa de regalo. 

Solo quiero dormir, ya no quiero hablar con él sobre ser agradecido ni esas cosas esenciales. Lo haré por la mañana. 

Luego de que abrió todos sus juguetes, en total le gustaron cinco regalos de los varios que llegaron, entre ellos, obviamente está el regalo de Emily, estaba emocionado con diversas cosas pero lo convencí de ir a dormir, cedió, no sin dormir con su nuevo peluche de Snowman.
Obviamente es un muñeco de nieve pero un poco diferente al convencional, lo cual me recuerda un tatuaje que odio y preferiría olvidar esa referencia.
Como sea, necesito dormir ya. 
Mañana será un día duro.

Sobreviviendo al olvido Donde viven las historias. Descúbrelo ahora