XVI. Más que un recuerdo.

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Al día siguiente Byul me dio instrucciones claras: "No estaré en casa por la mañana. Recoge a los niños y ven a casa".
No repliqué su mensaje, con que haga lo que pide es suficiente. 
Las clases de sábado comienzan una hora más tarde, pero abarca el mismo tiempo de colegiatura que un día regular. 

Agradezco no tener que verla por la mañana. Mi cuerpo sigue demasiado acostumbrado a trabajar de noche, se siente como si estuviera pasando por jet lag, así que tomé una ducha en la madrugada y por instinto me puse ese perfume de moras. ¿Por qué? No sé. Hace años no lo usaba y siempre fue mi favorito, ya que lo usé ahora, tendré que usarlo más tarde, ese aroma sin dudas es delicioso. 
Al despertar mi cuerpo se sintió tan fatigado…
Fui a dejar a Beck como de costumbre y volví a dormir a casa, lo que me hace sentir segura, no hallo felicidad en esa rutina, pero de menos es algo que está bajo mi control y total conocimiento.

Abro los ojos y me siento totalmente desorientada. Extiendo mi mano para alcanzar mi teléfono y ver el reloj, ¡carajo! Es tarde, voy tarde para recogerlos. 
No siendo suficiente, olvidé cargarlo y mi batería está por terminarse. 
Me levanto el cabello con una pinza y me cambio la ropa de dormir lo más pronto que puedo. 
Tomo algunas monedas de mi estante y salgo a detener un taxi, el cual me lleva pronto a mi destino. 
La maestra ya estaba en el marco de la escuela esperándome. 

— Disculpe, perdí la noción del tiempo. 
— Hola. ¿Tiene alguna relación con Zachary?
— ¿A qué va esa pregunta?
— Dijo que se llevaría a Beck y a Emily pero por no traer el gafete no lo permitimos. 
— Sí. Conozco a Zachary… No creo que vuelva a suceder que se me haga tarde, pero si por algún motivo no vengo, él puede llevar a mi hijo. 
— Bien. Informaré a la dirección al respecto.
— Gracias. 

Beck sale corriendo de adentro, empujando a su profesora:

— Oye, oye. —lo detengo— Eso no se hace, pídele una disculpa. 
— Lo siento. —«¿acaso lo practicó?»
— No te preocupes, Beck. —su profesora se agacha y sacude su cabello— Nos vemos el lunes. 

Otra vez mi hijo se muestra inquieto e intenta salir corriendo. ¿Qué le pasa?

— Hasta el lunes. 
— Hasta el lunes, señora Sarah.

Mi hijo me jala con él, obligándome a caminar más rápido. 

— ¿Qué pasa, por qué tienes tanta prisa?
— Emily dijo que su papá estará hoy en casa jugando con nosotros. ¿Por qué no pude irme con ellos?
— Porque para eso necesita un permiso especial. 
— Pues dáselo.
— Lo pensaré.
— Ella dice que jugar con su papá es muy divertido y yo quiero jugar con ellos.
— Ya vamos en camino, ten paciencia, estaremos gran parte del día con ellos. 
— ¡Pero mamá!
— Ya basta.
— Bueno. 

Dice sin más y seguimos caminando hasta su siguiente pregunta:

— ¿Por qué te cae mal la Sra. Moon?

Detengo mis pasos, ¿cómo puedo explicarle esto a mi propio hijo?
Es obvio que ha observado con detenimiento nuestras interacciones. No hay que ser un genio para notarlo, pero me siento un poco incómoda al tener que hablarlo con él. 
Debo hacerlo sentir identificado con lo que siento para que lo entienda.
Me pongo de cuclillas para quedar a su estatura:

— ¿Recuerdas la vez que Tony rompió tu juguete?

Sus ceño se frunce y sus ojos se cristalizan:

— Sí.
— Era tu juguete favorito, ¿cierto?

Agita la cabeza en afirmación y limpio una lágrima que se escurre por su mejilla, parece que de verdad le dolió mucho eso aunque ya tiene un par de meses no lo ha superado. 

Sobreviviendo al olvido Donde viven las historias. Descúbrelo ahora