Final

216 21 12
                                    

Creyó escuchar una voz, pero todo se sentía confuso... Apenas se sentía ella misma. ¿Había muerto? Si era así, ¿por qué fue capaz de sentir la calidez de unas manos en su rostro?, ¿por qué sintió frío y sintió el agua escurrir de su ropa?, ¿por qué, cuando abrió los ojos, lo vio llorando...? ¿Acaso lloraba por ella?

Quiso decir algo, pero no pudo, el agua que salía de su boca a borbotones la estaba volviendo a ahogar, y sintió como unas manos la inclinaban hacia delante, mientras la sostenían cerca.

Él no quería dejarla ir, aun cuando las lágrimas no lo dejaban ver, aun cuando ella no quería esforzarse en recobrar el aliento, la obligó.

Él se obligó a sí mismo a no rendirse, a recuperarla, aferrándola con fuerza, zarandeándola con desesperación para que reaccionara... Reaccionando él mismo.

¿Qué había estado haciendo todos estos años?

La respuesta solo lo hizo odiarse más y fue peor cuando la sintió temblar, entonces la abrazó, tan fuerte, tan cálido. Y solo entonces Jade lo reconoció.

Quien la había sacado del agua fue su hermano: aquel chico que la miraba y trataba mal, aquel que muchas veces le dijo que todo hubiera sido mejor sin ella, aquel que acrecentó su dolor día a día, aquel que ahora lloraba y le besaba la frente... Aquel que, en ese instante, trataba de mantener sus piezas juntas.

Ella estaba desorientada, pero no lo suficiente. Tenía ganas de gritar, tenía ganas de llorar. No quería el abrazo de su familia, no quería nada, aunque lo necesitara todo. Estaba tan mal, se sentía tan pesada, tan enojada. Por eso intentó apartar Thomas, por eso se revolvió entre sus brazos, por eso lo golpeó, por eso gritó, por eso lloró. Hizo todo aquello con las pocas fuerzas que tenía, incluso cuando cayó en la cuenta de que, hiciera lo que hiciera, su hermano mayor no la iba a soltar y, por eso también, hizo otro poco.

Thomas la mantuvo cerca, aguantando todo, sabiendo que merecía aún más. ―Lo siento tanto ―repitió una y otra vez, siendo las únicas palabras que podía pronunciar. Pero algo estaba mal. Algo siempre estaba mal.

―No te comportes así ―susurró, su voz quebrándose, como de costumbre. Thomas solo la miró, tratando de descifrar a lo que se refería, pero entonces ella negó frenéticamente―. No quiero tu lástima, yo solo trataba de... ―quiso encontrar algún argumento, pero su mente y cuerpo no daban para más que la verdad. ¿Pero cuál era la verdad?

―Soy tu hermano ―dijo Thomas, apretando la mandíbula en un intento por detener el temblor de sus labios―, es hora de que empiece a actuar como tal ―expuso, y ella no pudo detener las nuevas lágrimas, no pudo negarse o refutar, no quería. Solo se dejó abrazar de nuevo, con la mente en blanco. Así quería mantenerse desde ahora. Así se mantuvo cuando Thomas la dejó sola para que se ponga algo seco. Así permaneció cuando entró de nuevo a su baño y dejó correr el agua. Así casi se quedó dormida. Casi lo logró, porque su puerta se abrió y con Luther, el recuerdo de alguien entró.

Se incorporó lentamente, apenas recibiendo al no tan pequeño animal que ahora se acurrucaba en su regazo. Lo acarició, luchando por contener todo aquello que quería salir. No quería pensar, todo empeoraba cuando lo hacía, pero era mucho peor cuando no lo hacía. Una prueba de ello era lo que había intentado hacer. ¿Ella estaba así de mal?

La quemazón en sus parpados la hizo detenerse. No iba a llorar. No iba a volver a lo mismo. Pero sola no podía, necesitaba ayuda.

Escuchó la puerta principal abrirse, y eso la hizo regresar, solo un poco, al presente. El eco de la voz de su papá y los pasos que se acercaban la inquietaron. Su cuarto estaba a oscuras, pero pudo reconocer la silueta al otro lado de la puerta. Su hermano dijo algo y su papá se alejó de inmediato. No quiso saber que estaba pasando, incluso cuando se atrevió a salir de su habitación, se alejó lo más que pudo del estudio en el que su papá y su hermano estaban discutiendo.

Llegó a la planta baja y se distrajo dándole comida a Luther, acercándose a una de las ventanas y tocando el vidrio helado. Distinguió su patio trasero y recordó el día a partir del cual todo se desmoronó. Su corazón se estrujó solo porque se dio cuenta de que todo hubiera sido diferente si ella hubiera abierto la puerta cuando el timbre sonó..., si tan solo se hubiera expuesto a él, hubiera podido terminar ahí mismo. ¿Se arrepentía?

Sacudió la cabeza.

Y ahí estaba de nuevo. ¿Por qué se sentía así? Cerró los ojos y tomó una respiración profunda. Seguía escuchando las voces en la planta de arriba, y eso solo afloró sus ganas de salir.

No quería seguir escuchando cómo Thomas le reclamaba a su papá y cómo es que no obtenía respuesta alguna. No quería seguir en esa casa, no después de lo que había ocurrido allí dentro. Estaba empezando a sofocarse con lo vivido anteriormente. Todo estaba esclareciéndose frente a ella, y no quería estar allí cuando la luz la ciegue por completo. No se sentía correcto dejar que Thomas o su papá la vieran en ese estado. Aunque la abrazaran, aunque estén a su lado, sabía que no se sentiría segura. Su relación con su familia no se iba a arreglar fácilmente. Habían hoyos que nunca se llenarían, sin embargo; haría el intento. Pero no en ese momento.

Negó con la cabeza, tratando de descifrar qué era lo que quería y, cuando estaba a punto de averiguarlo, unos brazos las rodearon desde atrás. Se sobresaltó, pero era su papá.

Una vez más las lágrimas bañaron sus mejillas, y aunque no quisiera aceptarlo, aunque todavía tenga cierto recelo, lo necesitaba. En ese pequeño instante no importaba cuantas veces la habían defraudado, porque ahora estaban allí. Su papá le dijo lo que necesitaba oír mientras su hermano los observaba. Le prometieron que todo iba a mejorar.

Afuera caía una lluvia superficial, y aunque fuera muy noche, no se detuvo. El nombre que su mente no paraba de repetir la obligó a irse. Se había escapado por su ventana y si bien no había sido necesario, no se arrepentía. Su miedo a hacerlo ahora ya no existía.

Quería acabar con todos sus temores y complejos.

Anduvo por las calles desiertas, tan solo con las luces de los faroles. Era peligroso, pero apenas reparó en ello, estaba ocupada obligándose a recordar. Desechó lo malo y revivió lo bueno.

Quería olvidar aquello que no la dejaba avanzar.

Siguió y luego se paró en una esquina, mirando el cielo. Algo pesado se desprendió de ella porque así lo quiso, porque intentó comprenderlo y lo logró. En ese instante empezó a llover con intensidad y se echó a correr, con una sonrisa y una sola lágrima.

A Katelyn le gustaban las tormentas.

El aire empezó a faltarle y se detuvo frente a una puerta de madera, respirando profundo.

¿Realmente no hay oportunidad para empezar otra vez?

La puerta se abrió, revelando a un chico dispuesto a salir, con un abrigo y una sombrilla, con una expresión que lo dijo todo.

Entonces ella se rindió, dejó caer todos sus muros y lo aceptó.

Estuve caminado detrás de las líneas enemigas, y estuve peleando desde el otro lado. Estuve diciendo que no caeré está vez, pero ahora, justo ahora...

―Te quiero.

Behind enemy lines © |h. s. & j. t.| BORRADOR RESUBIDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora