Capítulo 15

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Me sentía estúpida, cohibida y ridículamente rosa.

No. No iba a salir con ese vestido estampado, ni de broma.

¿Por qué no había lavado mi ropa? ¡¿Por qué?!

Y ahí estaba yo, lamentándome frente al espejo, pero mis ganas por comer helado eran más grandes.

Papá me había dado unos cuantos dólares antes de regresar al trabajo y yo estaba antojada de un rico helado desde ayer. ¿Por qué? Porque a la hora de salida, Zayn se  ofreció a llevarme a casa, al igual que a Perrie, pensé que se le estaba haciendo una costumbre, pero no, Perrie no quería estar sola con él en un auto y me vio como una salvación. Lo irónico de todo, es que al momento de que a Zayn se le ocurrió ir a comer helado, ella me obligo—con su mirada—a preferir irme a mi casa. Y así fue. Zayn me dejó y se fueron juntos, desde ese momento no pude dejar de fantasear con un helado bañado en fudge, chantilly, bolitas de chocolate...

Me pongo bruscamente mis viejas balerinas cafés y cojo mi bolso, me miro de nuevo en el espejo e inhalo profundamente.

Parezco una... ¡Oh Dios! Nunca me había visto tan afeminada.

Una irritante musiquita se hace presente y frunzo el ceño acercándome a mi celular, que está en mi cama.

¡Qué demonios!

"Harryesperfecto" aparece en el identificador de llamadas.

¿Cómo era que tenía su número en mis contactos?

—¿Por qué tengo tú número y con esa estúpida canción como tono? —pregunto irritada apenas pulso el telefonito verde.

—Un hola para ti también —contesta con su usual tono burlón y sarcástico.

—¿‘Harryesperfecto’?, ¿no se te pudo ocurrir algo más creativo? —espeto molesta, pero divertida por alguna razón. Agh, me contagié de su bipolaridad.

—Ajá, ¿tienes los apuntes de Matemática, química y comunicación? —pregunta haciendo caso omiso a mi comentario.

—Err... Sí, ¿por? —murmuro confundida viendo mi mochila en una esquina de mi habitación.

—Bien, necesito tus apuntes, llegaré en veinte minutos —informa y escucho el sonido de lapiceros, luego el de un cierre.

—¿Qué? —quedo paralizada en mi lugar y él ríe.

—Que me esperes con tus apuntes, estaré en tu casa en vein...

—Si entendí, idiota —lo paro de golpe—. Lo que no entiendo es por qué te tomas esas atribuciones, que yo sepa no te he dicho que te prestaré mis cuadernos.

—¿Me puedes prestar tus cuadernos? —lo escucho decir entre dientes y sé que está enojado, pero yo también.

—No —niego rotundamente.

—¿Por qué? —ladra.   

—Porque eres un sinvergüenza —escupo—. Ni siquiera te atreves a desmentir la tontería que dijiste, ¿con qué cara te atreves a pedirme favores? —parezco una anciana amargada, y sin duda lo seré pronto, él me saca canas.

—¡Lo dije sin pensar, maldita sea! Y si tanto quieres que hable, lo haré, pero a cambio quiero tus apuntes —demanda con voz fuerte y exasperada.

 —¿Cuándo lo dirás? —me siento estúpida negociando con él.

—El lunes a primera hora —responde de inmediato.

—¿Trato?

Trato.

—Bien —digo.

Bien —él también dice.

—Espera, voy a salir —informo al momento de que mi estómago grita: "¡Helado!"—, quizás mañana...

—¿A dónde vas a ir? Es sábado. ¿Vas a salir con alguien? —pregunta interrumpiéndome y suspiro cansada, siempre me confundía con sus preguntas rápidas, no podía contestar todas.

—Hablé en primera persona y en singular —le respondo obvia a su última pregunta y no se escucha nada por más de cuatro segundos, no me había entendido ni una palabra, eso estaba asegurado—. Que saldré sola —aclaro y él hace un sonido de entendimiento.

—Ya, ¿pero a dónde vas a ir? —miro el reloj, 2:23 p.m.

—Harry, quiero ir al centro comercial por un helado, pero tú, con tu complejo de periodista me estás retrasando —hago un berrinche sabiendo que él no me ve y estoy a punto de colgar cuando habla:— Estaré en tu casa en diez, ten listos tus apuntes —hace una pausa y añade para que no lo deje plantado—. No te olvides de nuestro trato.

“¡Chantajista!” Quiero gritarle, pero él me cuelga.

Guardo el celular en mi bolso y me acerco perezosamente a mi mochila, saco los cursos correspondientes y espero a que el brócoli llegue.

No han pasado ni tres minutos cuando mi celular vuelve a sonar, pero esta vez sin aquel tono irritante.

"Calle St. Velletri #132".

Remitente: Derek.

Santo. Dios. Lo había olvidado.

¡El trabajo de historia!

Mis dedos vagan cerca del botón responder y suspiro cansada.

“¿A las 5?”.

Envío y espero pacientemente su respuesta, sé que quedamos a esa hora, pero mis ganas por enfrentarlo eran nulas, ni siquiera sabía cómo actuar, quiero decir, casi me besa en medio del pasillo, ¿por qué me iba a besar? Todo era tan extraño.

Quedamos a esa hora, ¿no?”.

Recibo su mensaje de respuesta y bufo. Había retomado su actitud esquiva.

Cierto”.

Envío y le pongo punto final a los mensajes. Me acerco de nuevo a mi mochila y saco el libro de historia, lo guardo en mi bolso, que es enorme, y cogiendo los cuadernos que le prestare a Harry bajo las escaleras. No me sorprende que el timbre suene cuando estoy a mitad del camino, pero sí que mi celular lo haga al mismo tiempo.

“¿Puedes llevar tu libro de historia?, el mío lo olvidé en mi casillero”. De nuevo el Derek ‘educado y amigable’.

“Claro, iba a llevar el mío de todas formas :)”.

Y me arrepiento de haber puesto la carita feliz, pero cuando quiero cancelar el mensaje, aparece que se ha enviado correctamente. ¡Diablos!

—¡Ya voy! —grito cuando tocan el timbre desesperadamente, termino de bajar las escaleras a tropezones y abro la puerta—. Ah, eras tú —digo ‘desilusionada’ y le cierro la puerta en la cara.

Me río cuando grita mi nombre y no tengo la necesidad de verlo para saber que está rojo del coraje. Inspiro profundo dejando de reír y abro la puerta con lentitud.

—Hola Harry —saludo inocente y él niega con la cabeza matándome con su mirada.

Esta tarde iba a ser muy, pero muy larga.

Behind enemy lines © |h. s. & j. t.| BORRADOR RESUBIDODonde viven las historias. Descúbrelo ahora