ӨBΣЯƬЦЯΛ.

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En el seno de un minúsculo mundo, repleto de todo cuanto pudiere necesitar, que danzaba en la órbita de un sistema solar habitado por seis esferas semejantes, cuyos destinos compartía. Dos lunas le brindaban su luz plateada mientras tres estirpes predominantes se albergaban en su suelo. Entre ellas, destacaba una majestuosa estirpe de plantas carnívoras, carentes de movilidad, pero dotadas de una mente prodigiosa, regalo de los dioses.

Una de sus integrantes, Klatu'ra, anhelaba, en los recovecos de su ser, un misterio ignoto: una flor blanquecina, asentada en un robusto tallo, rodeada por hojas resplandecientes entre su negrura. El recién llegado clamaba haber vagado por los sueños de todos los seres sin dar con anomalía alguna; sin embargo, algo se retorció en las sombras, y supo que todo estaba eternamente errado.

Klatu'ra intentó descifrar al desconocido, cuyas palabras se cargaron de preocupación, mas una llamarada lo devoró, un fuego solo conocido de leyendas, que ahora dolía, desgarrando los cielos oníricos.

Alguien exhaló su último suspiro en un trance onírico y en su despedida, un coro de lamentos y gritos desgarradores se alza como una elegía hacia los cielos ya desvanecidos. El extraño parte envuelto en llamas escarlatas. Klatu'ra despierta y solo atina a preguntarse: ¿Quién fue?

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En los dominios dorados de los Inmortales, ni siquiera en sus más preclaros presagios pudieron vislumbrar el sanguinario espectáculo que las brujas tenían reservado en esta lucha a vida o muerte.

En el torneo del Walpurgis, ansiaban ver los sueños deshechos y los anhelos desvanecidos, anhelaban una lluvia carmesíe, como autenticas brujas deleitándose en lo más hondo de su arrogancia, la execrable danza de la humillación, el sabor de la tierra, la sangre y el constante choque de metal contra metal. Buscaban testificar el ascenso de la hechicera más fuerte, ser proclamada como Campeóna.

En el séptimo asalto, se desencadenó la danza del desorden.

La Bruja de las Estrellas, Orihime, sucumbió ante el poder de la Bruja de las llamas, Yaoya. En la balanza de los astros y el fuego, la avaricia ardiente superó el resplandor celeste de esta hechicera, dando fin a la séptima contienda. Un repudio furioso se desató entre el público, con ondas de emociones y rencor dirigidas hacia una victoriosa Yaoya, solo pudo desear este amor a su ya extinta rival por su triunfo, sentía alivio a pesar del amor perdido del público hacia su ahora desaparecida rival.

A través de un océano de lágrimas y maldiciones, se erguía una figura que destacaba sobre todas las demás. Vestida con un traje negro ceñido que revelaba su escote, adornado con un diminuto cráneo tanto en sus zapatos como en las coletas que se balanceaban grácilmente.

<<Será complicado apaciguar estas turbulentas aguas>>, penso Lilitu para si misma con firmeza, mientras daba golpecitos al micrófono para asegurarse de su correcto funcionamiento-. ¡¡¡El telón se cierne de nuevo sobre nosotros, desvelando la magnificencia y crueldad de estas brujas, devoradoras de sueños y depredadoras de deseos. Con sus colmillos afilados y corazones polifacéticos, convierten esta arena en una bacanal de destrucción. ¡Esto es el Torneo del Walpurgis! -anunció Lilyth con voz potente, sin mostrar ni un ápice de piedad o remordimiento.

Su ferviente emoción asustó a aquellos que aún mantenían la cabeza baja, esta visión hecha realidad, este capricho llevado a la manifestación por la reina de todo lo que existe abajo, la señora de los demonios, era un magistral ejercicio de poder.

WATCHING SCP'S ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora